Sin embargo, desde hace casi una década, China ha pugnado por desdolarizar a su economía y a la global. Para ello ha requerido la asociación de otros países que son potencias energéticas. En este sentido, a China le cayó como anillo al dedo hacer una alianza estratégica con la castigada y desdeñada Rusia. El Kremlin ha firmado ya varios convenios bilaterales para comerciar en monedas locales, disociándose del dólar. Entre sus aliados más importantes están China e India, este último, por cierto, una potencia militar.
La desdolarización de la economía global le resta margen de maniobra a Estados Unidos. Mientras más países “rebeldes” sean sancionados, menor será el apetito por dólares y mayor el deseo de comerciar con monedas nacionales. Esta es la razón por la que Norteamérica ha perdido preponderancia no solo geopolítica, sino también financiera.
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Incluso Venezuela, el país más sancionado en la actualidad, trata de integrar sin mucho éxito su moneda virtual petro a las operaciones internacionales, con el fin de evitar las sanciones económicas.
En este contexto, Estados Unidos ya no puede generar conflictos como los de hace 20 años: atacar y salir airoso. Las fuerzas geopolíticas están hoy mucho más equilibradas. Mejor dicho, este país está tendiendo al aislamiento, siendo su futuro el no operar más como una superpotencia mundial, sino solo como potencia regional. En este año, a Estados Unidos le conviene más enfocarse en su elección presidencial.
La dolarización de la economía global es uno de los más grandes errores históricos consensuados después de un conflicto bélico, porque es una medida sumamente asimétrica.