Para atender esta inquietud es primordial construir un caso de negocio sólido: identificar los impactos que generarán más ingreso o supondrán menor costo y compararlos contra la inversión necesaria en infraestructura y servicios. Dichos impactos pueden ser muy variados; desde agilizar el monitoreo del equipo y realizar pruebas de calidad, gestionar el consumo de energía, agua y residuos, hasta integrar el uso de la robótica y tecnologías cognitivas, y maximizar la colaboración con proveedores.
Como la mayoría sabemos, para llevar a buen puerto un proyecto de esta naturaleza, es vital contar con un líder visionario, a menudo el director de Tecnología (CTO), que integre al equipo de trabajo idóneo, lo mantenga enfocado y que sea capaz de involucrar al resto del board.
Dado que este cambio no es sólo tecnológico sino transformacional en el sentido más amplio de la palabra, es fundamental contar con este nivel de compromiso en todos los niveles y en todas las áreas de la organización. Tan importante es entender la tecnología como saber liderar el impacto en la organización, la cultura y los valores corporativos.
Como lo mencioné al inicio, la aprobación del T-MEC implica un nuevo entorno y un ajuste a las reglas comerciales de la región, por lo que seguramente podría despertar en la industria de manufactura un sentido de urgencia por modernizarse y ser más inteligentes y automatizados en su modo de operar. Es importante canalizar dicho sentimiento.
Una Smart Factory no se hace de la noche a la mañana; habrá fracasos, surgirán desafíos y riesgos, y se tendrán que hacer ajustes en el camino. La recomendación para las manufactureras mexicanas es iniciar con una serie específica de pruebas de concepto de pequeña escala en distintas áreas y, a partir de los resultados, ir aumentando su dimensión y alcance; y por supuesto, la inversión.