Continuar con este tipo de tratados nos obliga a darle un giro al tema educativo, para poder adaptarnos a las necesidades globales económicas, científicas y de conocimiento que ello requiere.
En este sentido, a pesar de los esfuerzos del gobierno de expandir la educación en todas las áreas del conocimiento, son cuatro facultades las que integran el 59% de la demanda de población por formación universitaria, al quedar de la siguiente manera: áreas Administrativas, Derecho (35% de nuevos ingresos), Ingeniería Industrial y Civil (24% de nuevos ingresos) y Ciencias de la Salud (10% de nuevos ingresos).
Por su parte, los ámbitos de ciencias naturales, matemáticas, estadística, tecnologías de la información y tecnologías de la comunicación quedan limitadas en su acceso a nuevos estudiantes incrementando los costos operativos y reduciendo la posibilidad de un mayor vínculo entre las universidades, las empresas y las necesidades de desarrollo del país.
En la actualidad, las compañías se quejan de que los egresados no cumplen con los perfiles laborales que requieren. Esta realidad -la demanda de programas convencionales, la desvinculación de los perfiles de egreso de las instituciones y los de ingreso al mercado laboral- presentan una gran oportunidad de generar nuevas alternativas de desarrollo personal, académico y profesional de los universitarios vinculados al crecimiento del estado.
El reto es ampliar la capacidad de comprensión de los nuevos idiomas que se requieren para integrarse y mantenerse en el mercado laboral. Entre estos nuevos idiomas están: manejo eficiente del español, conocimiento de las nuevas tecnologías aplicadas al trabajo, micro finanzas aplicadas a la vida cotidiana y la adquisición del lenguaje universal vigente.