Según el estudio “El Estado de la Ciencia en el Mundo”, o SoSI por sus siglas en inglés, las mujeres son más propensas a pensar que no se les dan bien las disciplinas STEM (21% vs. 18% de los hombres). Además, una de las principales razones por las cuales las mujeres no siguieron una carrera en ciencia es porque no se consideran lo suficientemente inteligentes (19% vs. 14% de los hombres).
Esto significa que nos enfrentamos a un problema de confianza, y que la ciencia no es una cuestión de género, sino más bien de incentivar el interés de las personas en ella desde una edad temprana, y en esto, la educación juega un papel vital.
A pesar de que algunos puedan opinar que el número de mujeres científicas no afecta al desarrollo de esta disciplina, esto no es cierto. El género es una de las dimensiones de diversidad, y ésta a su vez es una fuente de riqueza para cualquier institución.
El hecho de contar con equipos integrados por un colectivo plural y diferenciado proporciona diferentes percepciones y perspectivas de un mismo problema, creando así soluciones más eficientes y asertivas, y en la ciencia esto no es una excepción. En pocas palabras, un equipo diverso se traduce en una mejor representación y comprensión de la realidad.
Tan es así que nuestra historia está llena de ejemplos de inventos y avances científicos que fueron creados por mujeres desde años atrás. Por ejemplo, la ingeniera austriaca Hedy Lamarr desarrolló en 1940 una técnica de conmutación de frecuencias que años más tarde llevaría a la creación de lo que hoy conocemos como Wi-Fi.