Hace 35 años la web no existía; no nos imaginábamos que emergerían negocios como los medios sociales, la búsqueda de información en línea, el streaming de películas, el e-comercio, la nube como servicio o automóviles, viviendas y espacios de trabajo compartidos. El futuro de la economía global será aún más disruptivo. ¿Prosperará México en esta futura economía? ¿Cómo canalizamos los negocios del futuro hacia una economía que beneficie a todos los mexicanos, no solo a las élites?
El primer paso es reconocer las oportunidades y desafíos que nos presenta el futuro. No cabe duda de que la Cuarta Revolución Industrial presenta oportunidades de crear un país más justo y más sustentable: puede crear oportunidades para pequeñas empresas locales, liberar a los seres humanos de trabajos degradantes, peligrosos y agotadores, y enfrentar graves problemas ambientales como el cambio climático, la escasez del agua y la pérdida de los hábitats y biodiversidad.
Pero en la otra cara de la moneda, una de las sociedades más desiguales del mundo está en riesgo de volverse aún más desigual con una deriva tecnológica que divide drásticamente.
Podemos concebir la Cuarta Revolución Industrial como un conjunto de cuatro “economías.” Cambios exponenciales en tecnologías de informática, telecomunicaciones, inteligencia artificial, ciencias de la vida, robótica, cambiarán fundamentalmente cómo vivimos e interactuamos en la economía del conocimiento.
A su vez, la economía del conocimiento posibilita a una economía compartida en donde activos y capacidades, antes controladas por una sola persona o entidad, son rentadas como servicios compartidos en la nube. La economía compartida junto con tecnologías como blockchain, impresión en 3-D y realidad aumentada, facilita la descentralización de la actividad económica y resulta en una economía distribuida. En esta economía disminuyen las ventajas de escala e incrementan las ventajas de agilidad y creatividad.