Los países con décadas de administraciones que buscaban achicar al gobierno, bajo el pretexto de que la burocracia es por naturaleza ineficiente y corrupta, hoy son los principales afectados por el COVID-19. Incluso gobiernos populistas de derecha tuvieron que hacer lo impensable: repartir apoyos económicos a trabajadores, Pymes y grupos vulnerables.
La solución hacia adelante será el equilibrio entre mercados bien regulados y un Estado que sea buen administrador, con leyes claras, justas, y un aparato eficaz que compense la irracionalidad y la avaricia (¿ocasional?) de los primeros. Milennials y centennials, la pelota estará en su cancha.
Amiga, amigo, date cuenta: si no tienes un sistema de salud universal gratuito, no vives en el primer mundo. Evitar enfermarte para no quebrar o para no ir al sistema de salud del Estado fue una condición para los empleados de mi generación (la X). Ya con algunos años de experiencia laboral, el seguro de gastos médicos mayores se convertía en el santo grial del empleo.
En paralelo, durante cuatro décadas se desmantelaron los servicios de salud públicos y gratuitos, a la par que se les hizo la peor fama posible (bien ganada en muchas ocasiones); pero a la hora de una operación de tercer nivel o de atender enfermedades crónicas, los institutos de salud pública jamás tuvieron, ni tienen, rival; excepto por los hospitales militares.
En ese mismo lapso la salud se hizo uno de los mejores negocios que pudimos inventar en México (y en otras naciones) con servicios privados prohibitivos para la mayoría o vendiendo medicinas, equipos, insumos y hasta hospitales enteros a los gobiernos en turno, por medio de la corrupción. Quien lo dude, solo busque las múltiples historias de instalaciones inauguradas en obra negra.