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¿Y la planeación ante la cruda realidad?

La desastrosa circunstancia sanitaria obliga a planear y a trazar políticas públicas de emergencia, opina Jonathán Torres.
mar 11 agosto 2020 01:00 AM

(Expansión) – La confesión que se convirtió en escándalo del secretario Víctor Manuel Toledo es un secreto a voces al interior del gabinete de Andrés Manuel López Obrador. El pensamiento oficial tiene sus discípulos, pero la crisis en las finanzas públicas está enfatizando las fisuras en el gobierno, los desacuerdos con el presidente y, sobre todo, las dudas en torno de los alcances de la llamada cuarta transformación.

El contexto siempre ayuda a entender la cruda realidad. Los pleitos del presidente con sus colaboradores más cercanos arrancaron tiempo atrás, motivados por las diferencias sobre la planeación para sentar las bases, y consolidar, el gran cambio que tanto se pregonó en las urnas.

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Josefa González-Blanco, quien fuera la primera Secretaria del Medio Ambiente y Recursos Naturales de la actual administración, no salió del gabinete por retrasar la salida de un avión sino, en realidad, por una acalorada discusión con AMLO por su negativa a recortar el gasto en una de las áreas que requería de recursos ante una potencial emergencia, lo que provocó que la relación entre ambos se descompusiera. El avión fue solo un pretexto. La confianza ya estaba bastante deteriorada.

Por su parte, Carlos Manuel Urzúa, entonces Secretario de Hacienda, decidió decir adiós bajo el argumento de que se tomaban decisiones sin el suficiente sustento.

Ahora, con la pandemia, el gobierno ha endurecido su postura alrededor de su modelo de país pero, también, se ha intensificado el caos en las finanzas y las rencillas en cuanto al alcance de las políticas públicas. En pocas palabras, se ha dicho mucho de la llamada cuarta transformación pero ésta carece de planeación. Hay ideología y motivaciones. Falta mucha estructura para medir metas y objetivos.

Ejemplos: el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2019-2024 resulta ser más una declaratoria política y se elaboró sin contemplar una pandemia (nadie podría haberlo imaginado, pero las proyecciones estaban orientadas bajo condiciones muy distintas a las que ahora existen); las metas del PND se contradicen con su anexo (el plan sostiene que no habrá más impuestos y el anexo proyecta incrementar la recaudación), hace apenas unos días (5 de agosto) AMLO aprobó el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo 2020-2024, al tiempo que no hay una concordancia entre los programas sectoriales y el PND.

Por tanto, el PND ya no es aplicable tal y como se planteó. Tiene que recibir ajustes. Dicho documento, además, no contempla los planes estatales de desarrollo. Quizá valdría la pena considerar un adendum con perspectivas post COVID-19. Pero también replantear algunas políticas públicas que se adecúen al momento. Como lo confesó Carlos Manuel Urzúa en su carta de renuncia, toda política económica debe realizarse con base en evidencia cuidando los diversos efectos que ésta pueda tener y libre de todo extremismo, sea éste de derecha o izquierda.

Paradójicamente, la planeación es la base de las economías socialistas desarrolladas (Rusia, China, por ejemplo). Pero México está en el limbo. Ni en el neoliberalismo para promover el ejercicio de la inversión con motivaciones económicas, ni en la planeación del objetivo social. Una gran contradicción.

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#QuéPasóCon... las renuncias en la 4T?

La planeación en México es reactiva, nada estratégica, absolutamente desconectada de las necesidades de la gente. La desastrosa circunstancia sanitaria obliga a planear y a trazar políticas públicas de emergencia. ¿Qué es primero: la ideología o mejorar las condiciones de vida de la población? ¿Están puestos los incentivos para que el gobierno reconozca que es tiempo de aterrizar una planeación ad hoc a la circunstancia o será que AMLO piensa que la pandemia no alteró sus expectativas?

Soplan vientos políticos. Las elecciones se acercan. Pero, si no hay un viraje, el plan entonces radicará en seguir conduciendo un auto sin luces en una carretera de curvas.

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A las sociedades de economías en desarrollo les hace falta identificar los sesgos cognitivos que todos los días expresan. Uno de ellos es el scarcity, que se traduce en el cúmulo de preocupaciones que impiden una toma de decisiones basada en el consciente, la seguridad y el esfuerzo. Sus líderes no escapan a ello.

Nota del editor: Jonathán Torres es periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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