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Cultura organizacional, el ADN de las empresas

Toda empresa requiere abocarse a la gestión exitosa de su cultura organizacional, pues la creación de estos cimientos de valor no se da por generación espontánea, apunta Guillermo Fournier.
lun 07 septiembre 2020 01:00 PM

(Expansión) – Uno de los conceptos propios del ámbito de los negocios que más ha tomado impulso en los últimos años es el de la cultura organizacional. Por supuesto, se trata de un elemento de suma importancia por su naturaleza fundacional dentro de cualquier empresa, empero, con frecuencia la noción del término se vuelve difusa, por lo que pierde cierto enfoque, impidiendo dimensionar el verdadero alcance de una cultura organizacional sólida.

Pues bien, el ADN de una corporación, desde luego, dependerá del tipo de negocio, su orientación de mercado, así como del entorno en el que lleva a cabo su operación; sin embargo, no podemos perder de vista que esta cultura organizacional constituye la esencia de la empresa, es decir, aquellas características perdurables que fungen como punto de referencia y que deben permear sobre la estructura de la corporación.

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En otras palabras, las prioridades de una organización moldean su cultura a través del tiempo, pues la misión, visión, objetivos y valores se trazarán de tal modo que sean congruentes entre sí; definir la dirección estratégica es un paso indispensable en la construcción de una cultura organizacional acorde con las metas de expansión corporativa y optimización.

Así, quienes ocupan posiciones de liderazgo dentro de una organización deben ser conscientes de que sus palabras y acciones dictan ejemplo entre los colaboradores; la imagen de la gerencia cuenta con un carácter expansivo al interior de una corporación. Cuando el comportamiento de un directivo no es acorde con el de la cultura organizacional, esta se debilita, puesto que su fortaleza se basa precisamente en la capacidad de asimilación y replicación por parte del personal de la empresa de manera vertical, así como también de modo transversal.

Entonces, es imprescindible que se elija adecuadamente a las personas que ocuparán posiciones con facultad de toma de decisiones, porque de su perfil idóneo para liderar dependerá que la cultura organizacional se arraigue o que, por el contrario, quede a la deriva y se diluya inevitablemente, trayendo riesgos significativos para la obtención de resultados favorables.

A grandes rasgos, podemos identificar una cultura organizacional bien implantada ahí donde es notorio que las prioridades se hallan alineadas y se reproducen una serie de conductas compartidas encaminadas a metas comunes. Por ello, al conseguir la consolidación de la cultura organizacional deseada, con certeza, se alcanzarán niveles de integración elevados, así como una estabilidad considerable dentro de la corporación.

En este sentido, toda empresa requiere abocarse a la gestión exitosa de su cultura organizacional, pues la creación de estos cimientos de valor no se da por generación espontánea, sino que precisa de un proceso interminable; si bien los principios difícilmente cambian, sí que es necesario adaptar las operaciones estratégicas de la organización a los cambios que se suscitan en el entorno, conservando la esencia y los ejes rectores de la empresa.

La misión y la visión no son meras aspiraciones ni ideas utópicas, sino que deben traducirse en un proyecto viable que guíe las decisiones y determinen el rumbo a seguir; la finalidad es construir buenas prácticas que lleven a resultados palpables. Una cultura organizacional sólida se traduce en ventajas competitivas y posicionamiento de mercado; por la misma razón de peso, representa un grave error el dejar a la deriva este proceso, puesto que la cultura organizacional precisa construirse de la mano del liderazgo y en torno a valores específicos. Ya lo decía Aristóteles: la excelencia no es un estado sino un hábito.

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Otra ventaja de apostar por robustecer la cultura organizacional consiste en la instauración de un marcado sentido de pertenencia e identidad en el personal. Cuando el ADN de la corporación se encuentra arraigado entre los colaboradores, su motivación es latente y la productividad incrementa. Más aún, es un hecho que las organizaciones con una fuerte cultura tienen muchas más probabilidades de resistir con éxito un período de crisis o adversidad.

¿Cómo conseguir que la cultura organizacional sea internalizada por cada miembro de la empresa? Definitivamente, la comunicación es clave para tal cometido. En primera instancia, debe transmitirse con claridad el sentido de propósito que caracteriza a la corporación; su esencia. Posteriormente, se cultivarán los principios que regirán las conductas, el lenguaje y las políticas por implementarse en el día a día; ello logrará imprimir una mística compartida.

Como corolario, la repetición de las buenas prácticas se convertirá en una difusión de hábitos persistentes. Propósito, principios y prácticas; una tríada poderosa para edificar la cultura organizacional que toda empresa necesita para trascender en un orbe de competitividad implacable y evolución constante.

Nota del editor: José Guillermo Fournier Ramos es docente en la Universidad Anáhuac Mayab. Vicepresidente de Masters A.C., asociación civil promotora de la comunicación efectiva y el liderazgo social. También es asesor en comunicación e imagen, analista y doctorando en Gobierno. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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