Verdaderamente se trata de un asunto crítico, pues no se exagera al afirmar que la catástrofe ecológica producida por la actividad humana amenaza la viabilidad de supervivencia de nuestra especie sobre el planeta. Hay una paradoja interesante: mientras que las personas solemos ser conscientes de la fragilidad de la vida propia, puesto que esta puede interrumpirse abruptamente como consecuencia de una enfermedad o un accidente letal, por lo general, no guardamos conciencia respecto de la vulnerabilidad misma del género humano, como si la humanidad fuese exenta del peligro de extinción. Nos comportamos como si los recursos de los cuales disponemos fuesen ilimitados, cuando evidentemente, no lo son.
En las últimas décadas, se ha visto una tendencia por interponer el interés económico de la producción sin tomar en cuenta el interés colectivo del cuidado ambiental. En un afán por alcanzar el desarrollo y el crecimiento, nos hemos apartado del sentido común nublados por la ambición; corremos el riesgo de pagar una factura demasiado elevada. Diversos expertos y grupos de la comunidad científica afirman que, de no actuar pronto para revertir la situación del deterioro medioambiental, las consecuencias serán brutales hacia el final del siglo.
Aunque el panorama luzca estremecedor, lo cierto es que en los últimos años se han obtenido valiosas lecciones que nos permitirán trazar estrategias con el propósito de crear una nueva era de desarrollo sostenible. Solo así seremos capaces de salvar al planeta del calentamiento global, la deforestación y la contaminación, mientras encontramos mejores formas para satisfacer las necesidades humanas, con miras a resolver asignaturas pendientes tan apremiantes como la pobreza y la desigualdad.
Por supuesto, los gobiernos de los distintos países tienen una responsabilidad impostergable por instaurar políticas públicas efectivas en este sentido. Aquí debemos subrayar que la clave reside en implementar un auténtico esfuerzo de cooperación internacional, ya que los estragos de la crisis ambiental no distinguen de fronteras ni nacionalidades.
No obstante, sería un error generar falsas expectativas; la simple creación de leyes y programas será insuficiente si no conseguimos establecer a la par una cultura de sostenibilidad de amplio impacto. Los problemas complejos requieren de soluciones integrales que involucren a todos los sectores de la sociedad.