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¿Inclusión financiera o elefantes blancos?

Instalar sucursales bancarias, con dinero del erario en pleno Siglo XXI, es el equivalente financiero a construir una refinería en la antesala de la era de los autos eléctricos, opina Rodrigo Villar.
mié 16 septiembre 2020 12:00 AM

(Expansión) – Hace unos días el Presidente de México se quejó del tortuguismo burocrático que impide acelerar su compromiso de construir 2,700 sucursales del Banco del Bienestar en dos años. Dijo que cuesta mucho trabajo empujar a la estructura gubernamental, a la que suele llamar “elefante reumático”. El problema es que ese esfuerzo titánico es completamente innecesario. Si el propósito es la inclusión financiera de la población de menores recursos, podría lograrse mucho más a una fracción del costo y del tiempo de levantar 2,700 elefantes blancos.

Deberíamos seguir el ejemplo de un país como Kenia, mucho más pobre que México, pero con más sentido práctico y de futuro, al menos en este tema fundamental para reducir las desigualdades sociales.

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En la joven pero vertiginosa historia del sector fintech es bastante conocido el caso paradigmático de M-Pesa, el servicio de pagos móviles y microfinanzas creado por Vodafone y la red celular local Safaricom: detonó un proceso de inclusión financiera que parecería milagroso, pero que se sustenta, esencialmente, en seguir la receta probada de los emprendimientos exitosos: tener clara una necesidad, concentrarse en cómo cubrirla eficientemente e innovar con una combinación pragmática pero disruptiva de los recursos con los que se cuente en función del entorno.

Lo opuesto al proyecto del gobierno mexicano, en el que incluso participan las fuerzas armadas. El PIB per Cápita de nuestro país es cinco veces el de Kenia, pero nuestra población con acceso a servicios financieros ronda el 70% y la de ellos pasa del 80%. En 2007, cuando se lanzó M-Pesa, siete de cada 10 kenianos estaban fuera de esa condición.

Hoy, prácticamente 100% de los adultos de esa nación mayoritariamente rural tiene cuentas de monedero electrónico para hacer o recibir transferencias con su celular, pagar compras en establecimientos sin necesidad de efectivo ni tarjeta de débito, comprar en línea o incluso pagar la energía eléctrica de paneles solares en el techo de sus casas. Ni siquiera es requisito que su teléfono sea inteligente. Con ese acceso se abrieron las puertas a otros servicios financieros, como ahorros, crédito personal y para negocios, seguros, y con todo ello, un círculo virtuoso de desarrollo fintech.

El fenómeno incluso ayudó a bajar la incidencia delictiva y, según investigadores del MIT, a sacar de la pobreza a un 2% de la población. Todo esto sin sucursales, sino con el soporte de miles de agentes y negocios afiliados a la red. No es de extrañar que el modelo se está replicando en toda África y otros continentes, ni que Mark Zuckerberg haya viajado a Nairobi para conocer el modelo.

Aquí hay un ejemplo concreto del concepto de emprendimiento en la base de la pirámide: se puede ayudar a la población más olvidada con proyectos financieramente rentables, y viceversa. Esto es inversión de impacto en acción. De hecho, todo partió de un programa piloto financiado originalmente por un fondo de impacto del Reino Unido creado ex profeso para promover la inclusión financiera en países en desarrollo.

Por el contrario, instalar sucursales bancarias por todo México, con dinero del erario y a estas alturas del Siglo XXI, es el equivalente financiero a construir una refinería en la antesala de la era de los vehículos eléctricos. Justo cuando se prepara la mayor OPI de la historia por parte de Ant Group, propietaria de la plataforma Alipay que usan millones de chinos para pagar con su celular hasta unas galletas, y que hoy invierte fuerte en tecnologías como reconocimiento facial.

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En muchos países las instituciones financieras más bien están cerrando sucursales. Ni siquiera van por multiplicar los cajeros electrónicos, cuando sus clientes pueden disponer de efectivo en cualquier supermercado, y mejor aún, hacer todo con su celular, y quizá pronto, con su huella o lectura óptica. La pandemia no ha hecho sino acelerar esta evolución.

¿Qué tanto valor agregado pueden aportar las nuevas oficinas del Banco del Bienestar cuando solo la cadena OXXO integra cerca de 20,000 tiendas en las que puede hacerse prácticamente lo mismo? El costo-beneficio simplemente no compensa la inversión.

En una tienda de conveniencia te cobran 10 pesos por una transferencia que puedes hacer entrada la noche y los 365 días del año. Y otros pagos puedes hacerlos sin salir de casa y gratis. ¿Cuánto cuesta el transporte público, sobre todo para quien tenga que ir de un pueblo a una cabecera municipal con sucursal bancaria?

No digo que México copie la fórmula keniana. Cada país tiene sus circunstancias, y aquí, por ejemplo, avanza la infraestructura CoDi que lanzó Banco de México el año pasado. Sin embargo, sí debería inspirarnos en al menos dos puntos: sentido práctico y apuesta por la innovación, sobre todo cuando las nuevas tecnologías abren tantos horizontes.

De hecho, México puede ser una potencia en el área. Estoy convencido que lo será. Contamos con gran capital humano: muchos emprendedores que están detrás de proyectos extraordinarios. Incluso sacamos la primera legislación en la materia de América Latina, perfectible como todo, pero que dio un marco institucional al sector. A dos años, el número de fintechs pasó de unas 300 a más de 500. Y ciertamente partimos de una base de recursos económicos y de cobertura de telecomunicaciones más favorable que África.

Si el gobierno no acepta la pertinencia de esos principios, sea por razones políticas u obsesiones ideológicas, sí podría alentar y quitar escollos al emprendimiento y el desarrollo de los ecosistemas fintech. Mucho ayudará la certeza jurídica. Hay muchos inversionistas interesados en proyectos prometedores como los que están surgiendo en México.

Las buenas ideas siempre acaban por prevalecer y las malas… La cuestión es por cuáles apuestas como inversionista y desde la sociedad, aunque al mismo tiempo se construyan elefantes blancos.

Nota del editor: Rodrigo Villar es un emprendedor social y Socio Fundador de New Ventures, donde busca transformar la manera tradicional de hacer negocios y crear un nuevo modelo empresarial que perciba el impacto como status quo. Cuenta con un MBA del Royal Melbourne Institute of Technology y estudió la carrera de Contabilidad y Administración Financiera por el Tecnológico de Monterrey. Síguelo en Twitter y/o en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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