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Mentira e ignorancia, el veneno que debemos combatir

El tema de salud es de raíz (como muchos otros) y lo que se requiere es educar, un cambio de paradigma, de hábitos y de cultura, ya que el modelo vigente no funciona, apunta Carlos M. López Portillo.
jue 17 septiembre 2020 06:02 PM

(Expansión) – Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad, es la frase que se atribuye a Joseph Goebbels, estratega propagandístico del Tercer Reich de Adolph Hitler. Dicha afirmación, acuñada ya hace algunas décadas, muestra la profunda perversidad que puede llegar a existir en el diseño de una narrativa estratégica manejada con determinada intencionalidad, construida para alterar la realidad e influenciar, así, la opinión y creencias de un público objetivo.

Este mensaje ancla, basado en simbolismos y conceptos más intangibles o aspiracionales que reales, sirve para generar una certidumbre disfrazada y manejar la agenda política, sumando voluntades a un objetivo o proyecto creado artificialmente y en numerosas ocasiones irracional.

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Hace algunas semanas, el subsecretario Hugo López-Gatell, titular de la Subsecretaría de Prevención y Promoción de la Salud, hizo la sutil declaración: “¿Para qué necesitamos veneno embotellado, el de los refrescos? ¿Para qué necesitamos donas, pastelitos, papitas que traen alimentación tóxica y contaminación ambiental? La obesidad, la diabetes y la hipertensión son enfermedades silenciosas que nos pueden llevar a grandes complicaciones”. Tal aseveración llama la atención, no sólo por su ligereza y su determinismo absoluto, sino por el momento en que se dio, resonando como una justificación en medio de la pésima gestión del gobierno federal ante la pandemia de COVID-19 en el país.

La respuesta de la industria refresquera a través de la Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas (ANPRAC, industria mexicana de bebidas) no se hizo esperar, considerando como “inaudito que un funcionario público federal, con la gran responsabilidad de ser el promotor de la salud en nuestro país, estigmatice a una industria que cumple a cabalidad con todas las normas y regulaciones… colocando a la industria refresquera como un enemigo público a quien responsabilizar ante la crisis sanitaria que enfrenta el país por la pandemia de COVID-19, que ha costado la vida hasta ahora a más de 39,000 mexicanos”, en aquel momento (esa cifra ya roza las 70,000 defunciones, con base en cifras poco confiables).

Esto detonó una serie de reacciones que, al día de hoy, han dejado un muy mal sabor de boca a una industria que se ha caracterizado por la creación de empleos para millones de familias, la inversión en proyectos productivos, que ha atendido su responsabilidad social frente a la comunidad y que, ante todo, brinda una gama de opciones a sus consumidores.

El tratar de satanizar a determinadas industrias o empresas, así como a empresarios, muestra no solamente una incapacidad analítica integral, sino una postura enjuiciadora ante un fenómeno de salud cuya raíz radica realmente en la educación, en la capacidad de elección, en la responsabilidad de los individuos y de los padres de familia sobre sus hijos y en las medidas insuficientes, reactivas más que preventivas, de un sistema de salud claramente superado. En lugar de que la conversación se centrara en la urgente tarea de concientizar, de tener colaboración entre ambas partes (más la sociedad civil), en el diálogo, el gobierno, como ya es costumbre, descalificó sin empacho alguno.

Evidentemente, esto suma a la narrativa antes descrita, pues al desacreditar al “otro” se construye y afianza su mensaje redentor. ¿Cómo se puede tener la calidad moral para hacer señalamientos con tal simpleza cuando es el mismo gobierno el que permite que dentro de la lacerante informalidad se promueva la ilegalidad y el consumo de garnachas y frituras, por ejemplo? ¿Vivimos en realidades ajenas o paralelas? ¿Por qué el empresariado es el malo y lo que va claramente en contra de la ley, lo bueno? No hay una consistencia al juzgar.

Existe un abismo muy peligroso y una contradicción constante, una incongruencia aberrante. Claro, la autocrítica que el gobierno no hace es que gracias a esa “actitud permisiva ante la ley”, se ganan elecciones: son votos que suman a la causa del “líder”, que pagan su cuota y que tiene un arreglo implícito en la maravillosa política informal mexicana.

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La tónica del actual gobierno ha sido la misma durante sus dos años de gestión, la estrategia de “los otros datos”, de la ignorancia, de la ineptitud, del confundir, mientras el país se cae a pedazos ante la crisis de salud y económica que enfrenta. Demasiada irresponsabilidad salir a hablar de temas tan sin sentido y frugales como la rifa del avión presidencial cuando hay vidas humanas en juego. Se ha perdido toda sensibilidad y se ha evidenciado una estrategia fallida en su totalidad. Pero como es ya costumbre en la actual administración, es mejor denostar y descalificar que proponer o solucionar.

El tema de salud en México es de raíz (como muchos otros) y lo que se requiere es educar, un cambio de paradigma, de hábitos y de cultura, ya que el modelo que sigue vigente no funciona.

Fue Winston Churchill quien dijo, "muchos miran al empresario como el lobo que hay que abatir; otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar y muy pocos lo miran como el caballo que tira el carro". El empresariado es un jugador fundamental en el progreso de cualquier sociedad. La diferencia, es que Churchill ostentaba un verdadero liderazgo y una profunda visión de su patria; era grande, no de mente enana como muchos de los políticos que gobiernan a este país.

Ante una de las peores crisis del mundo, si no es que la peor, tuvimos la desdicha, como mexicanos, de tener a los peores tomadores de decisiones al frente del timón. Una ceguera interminable, una carencia de evolución, un resentimiento lamentable, una enorme falta de conciencia, otra oportunidad perdida.

Este gobierno continuará construyendo su narrativa con base en las mentiras y la ignorancia. Como sociedad, ese es el verdadero veneno que debemos combatir.

Nota del editor: Carlos M. López Portillo Maltos se ha desarrollado en el ámbito profesional en temas relacionados con la inteligencia, geopolítica, migración, comunicación política y corporativa, medios y análisis político. Cuenta con la Licenciatura en Ciencias Políticas, del Tec de Monterrey, y una Maestría en Responsabilidad Social, de la Universidad Anáhuac del Norte. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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