Esto no pasa solo en la Ciudad de México, han sido mujeres en diferentes estados que han alzado la voz, por todas, tomando diferentes sedes estatales. Algunas, incluso, como fue el caso de Ecatepec, fueron violentadas y detenidas con violencia, sin protocolos para garantizar sus derechos humanos.
La realidad es muy elocuente, México es un país en el que asesinan a 11 mujeres al día, por el simple hecho de serlo, donde la violencia intrafamiliar durante la pandemia ha alcanzado cifras escalofriantes, donde las personas desaparecen y nadie las busca; pero en el que realmente no pasa nada, según lo que se dice en la máxima tribuna del presidente (las mañaneras).
A algunos les sorprende que madres, hermanas, tías, sobrinas, amigas levanten la voz. Les irrita que con “violencia” se exija justicia. A otras nos sorprende la poca indignación por parte de las autoridades y de la sociedad después de escuchar a una madre contando como unas “profesoras” violaron a su pequeña hija en la escuela, ese espacio que debiera ser un lugar seguro. Sin olvidar a quienes buscan a sus hijas o que las han enterrado, víctimas de feminicidios, son tantos y tantos testimonios que no debemos desechar o convertirlos en “una noticia más”.
Definitivamente como sociedad nos falta empatía, esa habilidad para sentir lo que siente el otro, para ponernos en sus zapatos y entender lo que está viviendo. Simplemente pensar que perdimos esta capacidad es gravísimo, porque es lo que nos hace ser humanos, sin ella hemos perdido casi todo.
Lo que sí nos sobra, sin duda, es la política, no nos detenemos a pensar en lo que siente esa madre, nos preocupamos más por el daño y desgaste a la reputación de la corriente que defendemos. Incluso se llega al extremo de acusar a las víctimas de querer dañar la imagen política de “alguien.”
Nos hemos convertido en una sociedad a la que le preocupan más los monumentos que las personas, les angustia más un cuadro pintado que las mujeres levantadas en Ecatepec por la autoridad.