El PEF 2021 está prácticamente planchado. Ya pueden darse por descontadas las partidas millonarias para Pemex, CFE, el Tren Maya, el aeropuerto Felipe Ángeles y la Refinería de Dos Bocas. También, el financiamiento destinado a las elecciones intermedias. La vacuna contra el COVID-19 presionará las finanzas públicas, pero entre las múltiples preguntas por resolver está la suerte que seguirán los sistemas de salud y educación considerando que la pandemia seguirá con nosotros, al menos, hasta el primer trimestre del próximo año.
La batalla alrededor de los recursos públicos está pérdida. Pero el gran problema está en las consecuencias que podrían registrarse ante las decisiones tomadas en estos días. Al tiempo que el presidente se empeña en su estilo de gobierno, no es posible descartar que el caos en las finanzas públicas se intensificará, lo que nos puede llevar a una crisis de gobierno muy delicada, en la que perdamos todos. La relación ingreso-gasto puede no cuadrar.
Los Criterios de Política Económica 2021 proyectan un crecimiento de 4.6%, un precio promedio del petróleo de 42.1 dólares por barril, una inflación de 3%, un tipo de cambio de 22.1 pesos por dólar y un balance presupuestario (endeudamiento) de 718,193.4 mdp (mayor en 171,000 mdp al aprobado para 2020 y el más alto como proporción de PIB de los últimos 8 años). La falta de claridad y certidumbre hacia la inversión privada, así como el entorno recesivo mundial y el rebrote de la pandemia, ponen en duda estas proyecciones.
Se prevé un gasto total por 6,257,140 billones de pesos (bdp), cifra mayor en casi 200,000 mdp respecto a 2020. Pero algo llama la atención, algo incongruente con la narrativa oficial alrededor de la austeridad. Según cifras proporcionadas por Mario Di Constanzo, economista y ex presidente de la Condusef, el gasto en servicios personales será de 1.37 bdp, es decir 55,145 mdp mayor al PEF 2020 y el más alto en la historia. “Si a lo anterior se añade el resto del gasto de operación, se obtiene que el gasto corriente del gobierno será de 2.7 bdp, 59% del gasto programable; si incluimos el gasto en pensiones, aumenta hasta 80%”.
El panorama es poco alentador, se ve muy complicado que haya condiciones para pensar en una relación que promueva más gasto a inversión y menos a gasto corriente. La relación ha sido al revés y lo seguirá siendo.