(Expansión) – Después de casi más de ocho meses del comienzo de la pandemia y de vivir en un confinamiento total o parcial, hemos experimentado un sinnúmero de cambios, que es difícil estimar todavía si serán permanentes o se diluirán conforme avancemos hacia el control o prevención del COVID-19.
Cambios en nuestra manera de vivir, aprender, comunicarnos, trabajar, comprar, ejercitarnos, celebrar, hacer networking; bueno, hasta conocer a nuestra futura pareja, relacionarnos, comprometernos y casarnos.
La “nueva normalidad” no parece sólo un chispazo de cambio ocasionado por la pandemia y nos hace cuestionarnos si todas estas modificaciones a nuestra manera de vivir fueran cambios necesarios que simplemente necesitaban una mecha que los encendiera.
Ciertamente, lo nuevo es “sexy” y nos parece interesante que la pandemia haya desencadenado cambios significativos que no estaban previstos o que no tenían precedente. Pero ¿realmente es así o simplemente son cambios que llevaban modelándose desde tiempo atrás y que simplemente necesitaban un detonador como este para develarse?
De ello surgen las siguientes interrogantes, que nos hace cuestionarnos si esta nueva normalidad en efecto nos obligó a ser digitales o si ya lo éramos sin darnos cuenta:
- ¿La comunicación remota no era necesaria considerando los tiempos y recursos excesivos invertidos en traslados a reuniones físicas y viajes a juntas de negocios o visitas a amigos distantes?
- ¿El trabajo en casa no hacía sentido analizando los espacios de oficina subutilizados, las rentas caras por m2 de los mismos y la complejidad de trasladarse todos los días a la oficina?
- ¿Las escuelas no eran ya caras, los métodos de educación anacrónicos y el contenido poco práctico?
- ¿Buena parte de nuestras transacciones de compra no eran ya mecánicas y transaccionales sin la necesidad de asistir a una tienda para comprarlos?
- ¿La experiencia de las tiendas físicas no estaba ya agotada y la variedad de producto limitada al espacio físico y necesidades de optimización de inventarios?
- ¿La relación precio-valor de los gimnasios no era ya desproporcionada y poco justificable?
Vale la pena analizar si no es que simplemente necesitábamos señales claras del universo para reconocer lo que ya sabíamos, cuestionar nuestro comportamiento y aventurarnos a realizar todos estos cambios. En mi experiencia, no se crean necesidades de los consumidores, sino simplemente se develan necesidades latentes de las cuales no se era plenamente consciente.
El COVID-19 no ha hecho sino simplemente acelerar cambios imprescindibles que maximizan el valor entregado y minimizan la insatisfacción de los consumidores en muchas categorías de servicios y productos. La nueva normalidad es tal vez una “vieja amiga”, la cual tocaba a la puerta desde hace tiempo y que ignorábamos por nuestra costumbre al status quo y a la falta de reconocimientos de nuestras necesidades actuales y de los cambios necesarios para eliminar problemas y aumentar nuestra satisfacción.
Bienvenidos el comercio electrónico, la educación en línea, el ejercicio en casa, las celebraciones remotas, el relacionamiento a distancia y cualquier otro cambio que nos haga más productivos en este “nuevo viejo mundo”.
Nota del editor: Jorge Saldívar es Socio Director de BC&B Transformación de Negocios. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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