En ese sentido, se evidencia una recuperación más lenta del mercado interno -pues compramos menos de lo que vendemos a otros países-, en contraste con el aumento gradual de la demanda externa.
Las cifras reafirman la importancia del mercado estadounidense como motor de la actividad económica en México. En un año en el que el petróleo y sus derivados sufrieron una aguda caída en la demanda y los precios negativos del crudo en abril 2020, las exportaciones no petroleras al vecino del norte avanzaron un 13.9% anual.
Si se considera el total de bienes no petroleros que México vendió al extranjero en el año, 8 de cada 10 pesos en mercancías los pagó Estados Unidos.
Las facilidades del intercambio comercial en Norteamérica han sido, sin duda alguna, tema de conversación en los últimos años, detonada por la renovación del Tratado México-Estados Unidos- Canadá (T-MEC). No así el tema de la inmigración de mano de obra calificada, cuyo fomento podría representar un impulso adicional a la recuperación del mercado mexicano.
El intercambio de talento humano también debería ser una prioridad en la discusión pública por potencial de innovación y creación de empleo que representa.
El documento “Inmigración en México: Más apertura, menos barreras”, presentado también esta semana por ‘México, ¿cómo vamos?’ en alianza con Corazón Capital, U.S.-Mexico Foundation, y el Programa de Jóvenes Comexi, recalca que la apertura de fronteras y la eliminación de barreras a los inmigrantes trae consigo la transferencia de conocimiento e innovación al campo laboral.
Hoy México es uno de los países con menor proporción de residentes extranjeros a nivel mundial: se posiciona en el lugar 162 de 193 Estados miembro de la ONU, con un menos de uno por ciento (0.96%) de la población, mientras que en países como Estados Unidos o Alemania rondan el 15%. Esto resulta en oportunidades de desarrollo perdidas, pues la migración trae consigo grandes beneficios cuando los inmigrantes logran integrarse a los mercados laborales.