Para las empresas de banca digital y las fintech se trata del momento ideal para reposicionarse en esta nueva realidad, aportando productos financieros innovadores y que resuelvan las necesidades específicas de un enorme conjunto de usuarios. La tendencia es que ya no existen clientes “de un banco”, es decir, personas dispuestas a esperar durante largos períodos en una sucursal para ser atendidas y que les otorguen un crédito ni con la paciencia suficiente para realizar filas eternas para operaciones que pueden completar en segundos desde un dispositivo móvil. Hoy cada usuario elige la opción que le resulta más sencilla y flexible ante cada necesidad.
Los bancos tradicionales, por su parte, están ante la presión de retransformarse para adaptarse a los tiempos que corren. El negocio acumula una enorme y antigua deuda cultural y tecnológica. Hoy, una persona que necesita un crédito para vivienda debe pasar horas frente a un escritorio llenando papeles y solicitudes y rezando por una aprobación.
¿Cómo es esta operación en el mundo digital? Hay una app que, cuando aparece la necesidad de adquirir una propiedad, nos permite indicar en Google Maps en qué área la queremos, cuánto estamos dispuestos a pagar por ella y qué características personales, familiares o de espacio buscamos, desde el tamaño de la casa hasta si tenemos hijos.
Con toda esa información, la aplicación devuelve fotos con realidad aumentada de las opciones que se ajusten a la búsqueda y nos da la posibilidad de clickear sobre alguna de las imágenes. Apenas la elegimos, se coordina una entrevista con el agente en el Calendario y se habilitan, a través de Open Banking -es decir, de un estándar que permite a todas las empresas del sector compartir su información y utilizarla de manera colaborativa-, cotizaciones de créditos hipotecarios de diferentes instituciones, ya preaprobadas, debido a que el sistema conoce nuestros movimientos y nivel de riesgo.