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Los presidentes y su salud

El presidente debería estar atento a que sus gobernados estén informados de manera oportuna y abierta sobre la evolución de sus enfermedades, apunta Mario Maraboto Moreno.
sáb 06 febrero 2021 12:04 AM

(Expansión) - El 24 de enero el presidente de la República publicó un tuit notificando que estaba “contagiado de COVID-19”. En un principio se dijo que la evolución de su salud se trataría como asunto privado, pero al poco tiempo (nuevamente desmintiendo al subsecretario López-Gatell) se dijo que sí se informaría al respecto.

El resultado cotidiano fue sólo informar que el presidente está bien, de ánimo y evolucionando satisfactoriamente, lo que generó incertidumbre ante la falta de puntualizaciones, hasta que cinco días después el presidente publicó un video “para que no haya rumores, malos entendidos”.

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Como establecen los cánones del manejo de crisis, no informar puntualmente y de manera oportuna, como ha sido en este caso, dio origen a rumores sobre el real estado de salud del presidente; se abrió un vacío de información que de inmediato fue llenado con comentarios y especulaciones, generalmente infundadas y hasta malévolas, especialmente a través de redes sociales.

Las especulaciones anticipaban que fue internado secretamente en un hospital, que era una estrategia política, que era una nueva cortina de humo para no hablar de las muertes a causa de la pandemia y hasta quienes “confirmaban” que realmente tuvo una embolia cerebral y estaba semiparalizado.

Eso es algo que ha sucedido en muchos países, por ejemplo: en Cuba, en 2006 Fidel Castro estuvo ausente varias semanas; en Rusia, en marzo de 2015, el presidente Vladimir Putin estuvo “desaparecido” durante una semana. En ambos casos se generaron comentarios y rumores infundados sobre su estado de salud hasta que Putin reapareció en televisión una semana después, y en Cuba, ya designado presidente Raúl Castro, se leyó un mensaje de Fidel que explicaba que sería operado de un problema intestinal por "múltiples causas".

En México, algunos presidentes han sido herméticos respecto a su salud, seguramente para no mostrar debilidad: Adolfo Ruiz Cortines ocultó su mal y se rehusó a ser anestesiado al ser operado del apéndice para mantener “los hilos del poder”; de Adolfo López Mateos la Presidencia nunca informó nada respecto a su enfermedad cerebral; de Díaz Ordaz la Presidencia mantuvo en secreto la historia del padecimiento que lo llevó a ser operado de un ojo.

Los presidentes tienen poder político, pero ni ese ni el poder económico evitan que, como todo ser humano, puedan sufrir algún tipo de enfermedad súbita o acentuar alguna situación crónica, especialmente por estar sometidos a las presiones de un encargo tan relevante.

El estado de salud de un presidente, más allá del carácter privado de la enfermedad, es un asunto de interés público; la ciudadanía tiene el derecho a ser informada por fuentes confiables y de primera mano.

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Dependiendo de su gravedad, una enfermedad puede interferir en la capacidad de tomar decisiones y de gobernar de un presidente; corresponde a él mismo decidir en qué momento y qué tanto considera conveniente informar sobre su estado de salud tomando en cuenta el interés de los ciudadanos y los efectos que determinada información pudiera generar tanto en su gobierno como en la estabilidad política y social.

Pero si decide informar con falsedad para no generar inquietud, deberá considerar que llegará el momento en que la enfermedad empiece a manifestar sus efectos en su condición física o mental y afectará su credibilidad y honestidad.

El actual presidente de México fue electo por una incuestionable mayoría que depositó en él su confianza y consideró que podría servir eficientemente y desde su toma de posesión ha ofrecido transparencia. El discurso de transparencia incrementó la simpatía hacia su persona, pero ha implicado un compromiso que no se ha cumplido cabalmente en todas sus acciones y decisiones, lo que a la larga podría revertir sus índices de popularidad y de aprobación a su mandato.

Es cierto que ninguna Ley en México obliga al presidente a informar sobre su estado de salud, pero por conveniencia y en atención a una promesa hasta ahora incumplida de mostrar los resultados de sus análisis médicos, el presidente debería estar atento a que sus gobernados estén informados de manera oportuna y abierta sobre la evolución de sus enfermedades.

Qué bueno que finalmente, tarde, salió a la luz pública con un video; qué mal que lo hizo de forma insensible al mostrar la opulencia en la que vive en Palacio Nacional. Como dice el dicho: “genio y figura… hasta la sepultura”.

Nota del editor: Mario Maraboto Moreno es Licenciado en Periodismo por la UNAM. Investigador Asociado en la Universidad de Carolina del Norte. Autor del libro "Periodismo y Negocios. Cómo vincular empresas con periodistas". Consultor en Comunicación, Relaciones Públicas y situaciones especiales/crisis desde 1991. Escríbele a su correo mmarabotom@gmail.com y síguelo en Twitter . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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