La educación de los niños en el mundo está amenazada por el COVID-19, según el Banco Mundial
El trabajo infantil es un monstruo de 1,000 cabezas, global, pero que en México está muy arraigado. En las zonas rurales hay una mayor incidencia de NNA trabajando en condiciones indignas. También, hay un trabajo doméstico invisible que impacta fundamentalmente a las niñas.
El confinamiento ha orillado a que muchos padres de familia no vean un “retorno” en la educación y frente a eso obliguen a sus hijos a trabajar. La crisis económica, que presiona los ingresos del hogar, los ha llevado a tomar esa decisión y es así que NNA son parte de la economía informal.
Sí, la catástrofe generacional está a la vista, pero aún estamos a tiempo de recurrir al timón que significan las políticas públicas para revertir estas afectaciones. No hay una sola medida que lo resuelva todo. Está estudiado y probado que los programas de protección social, principalmente las transferencias monetarias, tienen un impacto positivo en la reducción del trabajo infantil, pero los resultados son mejores cuando hay una complementariedad de los programas y el apoyo económico es acompañado de asistencia alimentaria, servicios de salud, entrega de útiles escolares…
La película completa en torno de la tragedia de NNA en tiempos de pandemia no se conoce del todo. De acuerdo con información proporcionada por la Oficina en México de la OIT, actualmente se está trabajando un modelo para medir los riesgos del trabajo infantil en México, que se nutrirá de los datos oficiales disponibles y que contará con la colaboración de la CEPAL.
Entre sus objetivos está disponer de un sistema que permita establecer compromisos claros y plazos para revertir la actual tendencia, pero principalmente promover y materializar un plan nacional en contra del trabajo infantil.
Lo que se mide, se puede mejorar, pero si no se sabe el estado que guarda un fenómeno no es posible hacer los correctivos necesarios. Si el lema presidencial es primero los pobres, millones de NNA son parte de esta categoría. Urge un plan para evitar el destino fatal que plantea Guterres. A menos que se piense que después de 2024 no hay nada.
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“Los pronósticos no son muy buenos”, lanza Juan Martín Pérez, director ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM). “Se estima un abandono escolar de 10% en estudiantes de educación básica y de 8% en educación media superior. Los NNA no son prioridad”.
“Se empieza a notar una deserción escolar, sobre todo en los hogares más pobres”, dice Catalina Gómez, jefa de Protección Social de UNICEF México. “Todos los caminos nos llevan a una afectación en el ingreso y, aunque no es una decisión fácil, muchas familias se ven forzadas al trabajo infantil. El llamado es a que pongamos atención en estos grupos de menores recursos”.
“México ratificó los dos Convenios de la OIT sobre Trabajo Infantil y eso presupone que el gobierno tiene que rendir cuentas”, sostiene Pedro Furtado, director de la Oficina de País de la OIT para México y Cuba. “2021 es el Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil y es una oportunidad para poder cuantificar el impacto de la pandemia”.
Nota del editor: Jonathán Torres es periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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