Inhibiendo al enemigo

Nos debemos preocupar por ver de ahora en adelante, de manera usual, armas que pueden causar daños materiales, aunque operen de forma intangible, señala Carlos Ramírez Castañeda.

(Expansión) - Como cada año los sucesos del #8M nos dejan un aprendizaje y reflexión sobre el contexto social en el que estamos inmersos, apegados a la realidad política y las condiciones imperantes que marcan a la ciudadanía con sucesos que se mediatizan y toman un foco de atención.

En este 2021, múltiples publicaciones de personas alarmadas al ver “francotiradores” en los techos de edificios gubernamentales y periferia pusieron en alerta a los usuarios, algunos homologando lo visto con sucesos como lo ocurrido en el año ’68; sin embargo, en esta realidad tecnológica y de importancia a la imagen pública nos encontramos a elementos de seguridad con un arma de tipo frecuencias/ondas encargados de neutralizar drones.

Rudimentariamente en algunos puntos fronterizos se bajaban drones que transportaban drogas con redes, hasta que los fabricantes comenzaron a crear armas para una guerra tecnológica de uso imperceptible, así es como los inhibidores como el que vimos el lunes públicamente fueron tomando forma a tal grado de tener el diseño de un arma larga.

Entendamos primero que estas armas electrónicas parecen “inofensivas” al no disparar algo tangible como balas de cualquier tipo o calibre, pero disparan ondas invisibles para lograr tirar un drone. Lo cierto es que no son nada inofensivas y deberíamos preocuparnos mucho más de lo que pensamos; este tipo de dispositivos inhibidores funcionan bajo frecuencias hasta hoy estandarizadas u homologadas, las cuales podemos encontrar en otros dispositivos de uso convencional.

Cuando el operador acciona al arma inhibidora, el drone pierde el vínculo entre el operador y el dispositivo, creando con ello una pantalla invisible de intermitencia lo que provoca que choque o caiga estrepitosamente, teniendo con ello daños materiales hacia el funcionamiento, y ni se diga en varios casos hacia la información previamente recopilada en sus memorias.

Algunos medios de comunicación, periodistas o usuarios incluso, utilizan los drones para lograr tomas de ángulos aéreos, algo que para sucesos como el #8M no le agradaría a gobierno que se mediatice en algún tipo de suceso de represión dentro de sus inmuebles o lugares donde los humanos no pueden acceder fácilmente.

Los sistemas de grabación de los drones usualmente tienen cámaras de buena resolución y se convierten en un aparato intrusivo al recopilar claramente rostros, facciones biométricas sin consentimiento de las personas y de forma masificada. Algo que hay que aclarar es que la legislación es completamente ambigua y lleva años llena de polvo, esto es otro tema.

Existen dispositivos inhibidores para diversa variedad tecnológica, en general reciben el nombre de jammers, cada uno funciona en frecuencias comunes y están presentes en herramientas que utilizamos día a día, como el wifi por ejemplo.

Al activar un inhibidor, también conocido como jammer, se corta momentáneamente la funcionalidad del dispositivo principal, creando intermitencia que lo deja sin realizar su función de enlace o conexión.

Otros jammers están enfocados a las frecuencias de telefonía, justo para dejar incomunicadas algunas zonas; si recordamos lo acontecido en junio del 2020 con el atentado a Omar García Harfuch, los atacantes portaban en sus vehículos jammers para inhibir las señales de red móvil, para imposibilitar una llamada al 911 o comunicación con la policía.

En otros casos “más usuales” se utilizan inhibidores para el robo de vehículos, particularmente tráileres que trasladan grandes cantidades de mercancía, e incluso automóviles en la ciudad, desde los más comerciales en el mercado negro, hasta autos de gama alta. Los atacantes conectan directo al puerto USB o de encendedor el jammer y con ello el GPS queda neutralizado en segundos.

Por ejemplos como los anteriores y al vivir en un mundo tecnológicamente dependiente nos debemos preocupar por ver ahora de manera usual armas que pueden causar daños materiales, aunque operen de forma intangible.

Cada vez veremos de forma más frecuente este tipo de dispositivos, hasta caer en un punto de control tecnológico, neutralizando al enemigo a la distancia; estamos en un nuevo escenario de guerra tecnológica.

Nota del editor: Carlos Ramírez Castañeda es especialista y apasionado por el Derecho Informático, particularmente en ramas de Ciberseguridad, Cibercriminalidad y Ciberterrorismo. Tiene un Máster en Derecho de las Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicaciones de Santiago de Compostela España, Doctor en Administración y Políticas Públicas de México. Es colaborador de diversas instituciones académicas y gubernamentales, profesional siempre interesado en temas de ciberprevención particularmente con sectores vulnerables. Síguelo en Twitter como @Ciberagente . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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