En México es necesario hacer una reforma fiscal a fondo, es una deuda histórica que ningun presidente, en las últimas décadas, ha logrado consensuar. Las que se han logrado han sido solo partes de lo que se debió hacer.
Pero una reforma fiscal bien pensada, que vaya a fondo y que vea a futuro, no solo el inmediato, no debe buscar únicamente llevar mayor dinero a las arcas del gobierno, proveer mayores recursos para los gastos y programas gubernamentales.
Si solo se busca cobrar más impuestos a la planta productiva actual -además de quitar competitividad a las empresas y, por lo mismo al país-, las consecuencias se verán en la reducción del tamaño de la economía, “matará a la gallina de los huevos de oro”, en la salida de inversiones, habrá desempleo y mayor informalidad.
Para lograr el México que proyecte la mejor versión de la economía al futuro, la reforma fiscal debe lograr varias vertientes:
1. Acabar con la informalidad, iniciando con metas de reducción bien analizadas por año y los medios para lograrlo.
2. Que todas las personas, físicas y morales, paguemos adecuadamente los impuestos que nos corresponden, facilitando su cálculo y sin terrorismo fiscal.
3. Fomentar la confianza de los inversionistas, a fin de que la economía crezca, que se genere mayor riqueza para que sea la fuente de mayor recaudación.
4. Un gasto del gobierno responsable y eficiente.
5. Dar prioridad al desarrollo de sistemas de salud y educación eficientes, de calidad y universales. Entendiendo que no se logra en pocos años, se debe empezar con miras al corto, mediano y largo plazo; metas medibles, revisables y ajustables.
Si todo eso se logra, las familias contarán, además, con recursos para otras necesidades, aumentando su nivel de vida y bienestar.
6. Aumentar el porcentaje de la inversión que realiza el gobierno en infraestructura, sumando a la iniciativa privada, lo que generará millones de empleos.