En primer lugar, el riesgo para el personal de salud es similar sin importar cómo cobren por sus servicios. De hecho, una gráfica de Visual Capitalist con datos de Estados Unidos muestra que los médicos enfrentan un riesgo mayor que los maestros. Sin embargo, en nuestro país el personal educativo tendrá prioridad para recibir la vacuna contra el COVID-19. ¿Será para simpatizar con más de tres millones de posibles votantes? ¿Acaso esa decisión no es una forma de lucro electoral?
En segundo lugar, existen grandes diferencias entre las instituciones privadas de salud. Según el Inegi , el 97% de los establecimientos particulares de salud (2,759) tienen 49 camas de hospital o menos, los cuales concentran al 60% del personal médico privado. Para dimensionar, el Instituto Nacional de Nutrición tiene 167 camas. En ese sentido, cuando se habla del sector privado en México no es posible referirse solo a grandes hospitales de alta complejidad.
En tercer lugar, México es el país de la OCDE con mayor gasto de bolsillo, más del 41% del gasto total en salud lo pagan directamente las familias. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018 , las instituciones privadas son los principales proveedores de consultas ambulatorias (con 43% del total), incluye a los consultorios adyacentes a farmacias.
En parte esto se explica porque el IMSS y los sistemas estatales tienen tiempos de espera que son entre tres y cuatro veces mayores que los del sector privado. Además, los pacientes consideran que los servicios privados son mejores. El 95% de los usuarios de consultorios privados afirma que la calidad recibida fue buena, mientras que solo el 80% de quienes acudieron al IMSS afirma lo mismo.
¿Qué necesitamos para tener un mejor sector salud? Un verdadero compromiso con la salud que se traduzca en mayor presupuesto, así como métricas en términos de calidad para lograr un gasto más eficiente.