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La inflación post pandemia y los algoritmos

El juego está cambiando de cancha y el comercio cara a cara, en donde el consumidor podía regatear, es cada vez más un reducto, señala Orbelin Pérez Flores.
mié 21 abril 2021 12:01 AM

(Expansión) - Hay un gran ausente en la conversación sobre el alza de la inflación en marzo: la manera en que se calcula el aumento de precios y si debe cambiar de acuerdo con los nuevos hábitos de consumo y venta digital post pandemia.

México tiene un buen arreglo institucional. El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) tiene la facultad exclusiva del cálculo y publicación del Índice Nacional de Precios al Consumidor (IPC), mientras que al Banxico corresponde, como mandato preponderante, procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional, o sea, controlar la inflación.

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La duda es, ¿qué pasa cuando la cifra de inflación no refleja algunos fenómenos de precios?

En México la medición se hace de acuerdo Documento Metodológico −vigente− del INPC presentado en julio de 2018 por el INEGI. Este documento explica con detalle de los procedimientos de registro, recolección, validación, tratamiento y aseguramiento de la calidad de los datos que sirven de base para el cálculo del Índice.

La metodología del INEGI es robusta, transparente y muy confiable porque sigue estándares internacionales. Sin embargo, considero oportuno revisar el contenido de la canasta y la estructura de ponderación de los productos y servicios que la integran a efecto de recoger el cambio en los hábitos de consumo de los hogares, cambio que está incidiendo sigilosamente en el nivel de precios del mundo post pandémico.

Los cambios invisibles

El aislamiento social ha fortalecido patrones de compra asociados a plataformas tecnológicas que definen sus precios a través de algoritmos. Su característica principal es un diseño orientado a seguir una serie de instrucciones tendientes a elevar los precios en periodos de tiempo muy cortos y en función de los picos de demanda, maximizando las utilidades del proveedor y erosionando las del consumidor.

Veamos un par de ejemplos conocidos. Desde antes de la pandemia las aerolíneas han fijado sus precios a través de algoritmos. Dada las restricciones de oferta —aviones y asientos disponibles, — los precios suelen subir en función de los picos de demanda que se presentan en determinadas horas de un mismo día, distintos días de la semana y según las temporadas del año. El consumidor solo puede aceptar el precio y tomar el vuelo o sufrir las consecuencias de no hacerlo.

Otro ejemplo es la fijación de precios algorítmicos en los marketplaces como Amazon o Mercado Libre, o la de servicios de transporte como Uber, Lyft y Cabify, que han llegado al extremo de personalizar los precios en función del sexo, la raza, el código postal, la marca y hasta el nivel de carga de la batería del teléfono del usuario. Esto nos ha conducido a lo que llamo la paradoja del “buen servicio” porque juega de forma adversa con el bolsillo del consumidor.

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¿Qué son y cómo funcionan las tasas de interés?

Adivinen qué: los precios algorítmicos se están extendiendo al resto de los bienes y servicios a través del comercio electrónico. En 2020 hubo incrementos respecto a 2019 en las siguientes categorías: ‘Moda’ 61%, ‘Belleza y cuidado personal’ 103%, ‘Productos para el hogar’ 241% y las ‘Bebidas alcohólicas’, que alcanzaron un 277%, como se puede constatar en el “Reporte de Industria: El e-commerce en México 2020” de BlackSip.

Estos incrementos de consumo van asociados a aumentos en los precios que estimo aún no se reflejan en el dato inflacionario de 4.67 % de marzo.

En el e-commerce los precios no solo dependen de la oferta y la demanda. Los vendedores que concurren a un marketplace utilizan precios algorítmicos que les permiten competir en esos mercados, desatándose pequeñas guerras entre algoritmos para que un proveedor se posicione sobre el otro en la ‘Buy Box’ que el consumidor ve cuando agrega sus compras al carrito.

Como ya se señaló, estos algoritmos están programados para maximizar las utilidades del proveedor, por lo que la guerra entre ellos eleva los precios del mercado trasladando mayores costos al consumidor.

Por lo anterior, mi recomendación en términos de política pública es que el INEGI, además de levantar precios directamente en los puntos de venta en periodos de cotización semanales, quincenales, mensuales, semestrales y anuales, según los tipos de productos que se cotizan para el cálculo del Índice, deberá adoptar las tecnologías necesarias que le permitan cotizar en línea los precios en los mercados virtuales.

El juego está cambiando de cancha y el comercio cara a cara, en donde el consumidor podía regatear, es cada vez más un reducto.

Reconocer y evaluar este tipo de precios nos permitirá mejores mediciones y, probablemente, cambios al alza en los objetivos inflacionarios del Banco de México, lo que no es asunto menor.

Nota del editor: Orbelin Pérez Flores es economista y se desempeña actualmente como Director de Análisis de Riesgos de LD/FT y Sanciones en GPL Abogados, S.C. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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