Para no caer en este ardid aritmético, atribuido a la cifra de crecimiento anual, sugiero que se consideren los siguientes elementos. En primer lugar, todavía nos encontramos en fase de recuperación. Además, la tasa de crecimiento anual refleja un efecto aritmético por la baja base de comparación del año pasado.
En segundo lugar, tenemos que poner atención al nivel de recuperación de la producción económica y no a la tasa de crecimiento per se. Considero que un buen benchmark es el nivel promedio de actividad económica entre enero y febrero, ya que así podemos observar lo que producíamos como país previo al impacto de la pandemia, y adelanto que el rezago actual todavía es bastante severo, especialmente en la inversión.
Finalmente, es muy intuitivo percibir que la economía está lejos de recuperarse de la crisis, cuando seguimos teniendo importantes niveles de desempleo, o en su caso, que un número significativo de trabajadores que lograron conservar sus puestos, sufrieron una reducción en su salario, y los que lo perdieron y buscan regresar al mercado laboral lo tienen que hacer en condiciones menos favorables.
Esto se ha observado en gran parte de los sectores económicos, desde la manufactura hasta los servicios profesionales y corporativos, adicionalmente la reducción en los salarios coincide con una elevada inflación, lo que implica una pérdida aún mayor del poder adquisitivo.
Si aceptamos como más indicativo el nivel de recuperación que la tasa de crecimiento anual de la economía, entonces es más sencillo identificar los elementos que generan el rezago o la lentitud de la recuperación de la economía mexicana, y no resulta nada sorpresivo que este rezago sea consecuencia de la inversión.
En este sentido, cabe aclarar que diferentes encuestas tanto de Banco de México como de Bank of America muestran una recuperación mensual en el clima de inversión, pero considero que esto realmente no nos dice mucho.
México ya se encontraba en un socavón a nivel de inversión previo a la pandemia, por la incertidumbre de la política interna y los problemas de inseguridad pública, que sólo se profundizó con la llegada del COVID-19. Con la disipación de los riesgos en torno a la pandemia y el optimismo respecto a la vacunación, es normal que el clima de inversión mejore mensualmente simplemente porque a inicios de año nos encontrábamos en un nivel de confinamiento más severo; sin embargo, a lo que podemos aspirar, en términos de inversión en el corto plazo, es a regresar a un bache menos profundo.