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No hay nada en Marte

Mientras se defiende que los mercados deben correr libres o con regulaciones mínimas, éstos han ahogado la competencia real en la mayoría de los sectores industriales, opina Francisco Hoyos.
lun 31 mayo 2021 11:58 PM

(Expansión) - En ningún lado está escrito que, en medio de una pandemia, debamos colonizar Marte o regresar a la Luna con urgencia, cuando nuestra siguiente crisis en el horizonte es el cambio drástico del clima en la Tierra.

Tampoco está en ningún libro especializado que la economía mundial debe crecer todo el tiempo o que las reglas financieras son inamovibles y por lo tanto tenemos que medir el progreso siempre a partir del PIB o la Inversión Extranjera Directa. Sin embargo, la percepción general es que estos asuntos no deben ponerse en duda.

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Los mensajes que recibimos por diferentes medios de comunicación hacen mucho más que dar forma a nuestros pensamientos, también los mantienen dentro de ciertos límites. Los algoritmos todavía están lejos de dominar el mundo, pero logran reducir nuestro rango de visión a niveles nunca vistos y a tocar ciertos temas con mayor frecuencia que otros. Es más distracción que lavado de cerebro, aunque confundirse es fácil.

En el “Filtro Burbuja”, Eli Pariser, explica a detalle cómo funcionan los mecanismos automatizados que nos acercan la información que luego transformamos en conversaciones de sobremesa. Son dos los criterios básicos: enviarte cosas que te gustan y conectarte con gente que comparte tu punto de vista.

No es un fenómeno nuevo, la mayoría de la información que recibíamos antes de las redes sociales, de los mensajes instantáneos, y de estas burbujas de datos, era editada (lo es todavía) bajo criterios de “impacto”, “importancia para las audiencias”, “relevancia y oportunidad”, que se confunden todo el tiempo con intereses comerciales, patrocinios o agendas específicas de grupos con poder y acceso a esos medios.

Hace días, por ejemplo, tuvimos la noticia de que una de dos grandes corporaciones que han diversificado sus ganancias hacia una nueva carrera espacial recibiría millones de dólares de presupuesto público para obtener otro contrato de la NASA que no ganó en primer lugar.

Este rescate (muy terrícola, por cierto, de un proyecto interestelar privado) pone en duda nuevamente muchos de los argumentos económicos que nos parecen permanentes desde hace casi medio siglo. Nuestras metas parecen dirigirnos a las estrellas, nuestros problemas nos obligan a ocuparnos de este globo.

Durante varias semanas consecutivas, frente a la ansiada reapertura, restaurantes, cines y bares en muchas ciudades han batallado por encontrar trabajadores. La queja es tan recurrente como vieja: nadie quiere regresar a laborar. Aunque se omite que se debe a salarios insuficientes, falta de prestaciones, horarios extenuantes y una aparente ola de conciencia sobre la vida a la que deberíamos construir.

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La OMS pide frenar venta de mamíferos vivos en mercados para evitar enfermedades

Para demostrarlo, una heladería decidió anunciar un pago por hora que sí sirve para llegar a fin de mes y tuvo en menos de dos horas miles de solicitudes. El caso se volvió viral, además de darle combustible al debate internacional sobre qué debemos corregir del sistema económico que nos ha regido por casi medio siglo y que fue desnudado por un virus muy contagioso.

Si esta conversación continúa, es posible que estemos ante la oportunidad de cambiar no solo los indicadores con los que medimos la prosperidad del planeta, sino el discurso que nos ha hecho creer que el alza de las Bolsas, la fusión de grandes corporaciones o viajar por la Vía Láctea, es tan relevante para la mayoría como distribuir mejor el ingreso o dejar de desperdiciar alimentos.

También puede dar espacio a que las generaciones más jóvenes, aquellas que hoy tienen menos oportunidades, patrimonio e ingreso que sus padres y sus abuelos, diseñen otro futuro. Uno donde el crecimiento no es infinito y los recursos del planeta tampoco; uno donde la desigualdad por fin se reduce y los espejismos de la falsa meritocracia (échale ganas, carnal) dan paso a sociedades con mayor equilibrio gracias a que cuentan con auténticos Estados de Bienestar soportados por todos.

¿Cómo explicaremos en el futuro que estas contradicciones entre lo importante y lo que parece que es, duraran tanto? Bueno, eso es fácil: se ha hecho lo contrario a lo que se ha dicho. Y con insistencia.

Mientras se defiende a ultranza que los mercados deben correr libres o con regulaciones mínimas, éstos han ahogado la competencia real en la mayoría de los sectores industriales. Eso jamás será una economía en expansión, ni en este planeta, ni en cualquier otro.

De la misma forma no lo será mantener el curso de este sistema económico concentrador, que depende del consumo inmediato y pocas veces piensa en los riesgos que están adelante.

Tal vez por eso no hay nada en Marte para nosotros y debemos fijarnos más en lo que ocurre en la Tierra.

Nota del editor: Francisco Hoyos Aguilera es Director de Vinculación y Comunicación del Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral. Es especialista en comunicación. Graduado del Tec de Monterrey con una maestría en la Universidad Iberoamericana. Fue reportero en el diario Excélsior y en la corresponsalía de The New York Times en México. Lleva dos décadas en la comunicación pública y privada. Síguelo en Twitter y/o LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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