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¿Proteger o no proteger? He ahí el dilema

Varias dificultades retrasan la producción de las vacunas, entre ellas que la capacidad productiva de la manufactura farmacéutica global es apenas un tercio de lo que se necesita, señala Ángel Huerta.
mar 01 junio 2021 12:02 AM

(Expansión) - La pandemia de coronavirus ha sido una de las amenazas más desafiantes a las que se ha enfrentado la humanidad en mucho tiempo, y que nos ha llevado al límite en más de un sentido (sanitario, económico, social, regulatorio, e incluso personal al confinarnos por más de un año).

Aunque aún hay obstáculos pendientes y problemas por resolver, ya se ve una luz al final del camino gracias a las campañas de vacunación. Éstas no están exentas de una serie de problemas, tales como el ritmo desigual en que los países las están ejecutando, siendo más beneficiados quienes tienen mayores recursos económicos.

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Esta reflexión se centra específicamente en las limitantes que tienen las vacunas y nace de la siguiente pregunta: ¿por qué no alcanzan las vacunas para todos los países?

Diversas dificultades han retrasado la producción de las vacunas, entre ellas que la capacidad productiva de la manufactura farmacéutica global es apenas un tercio de lo que se necesita para inmunizar a la población de todo el mundo y poner fin a la pandemia, que asciende a cerca de 7.7 mil millones de personas, de acuerdo con la organización Medicine Law & Policy. A finales de marzo, no se habían producido ni 500 millones de dosis, cuando se necesitan al menos 10,000 millones.

Esta situación ha causado un acaparamiento de los países más ricos pues, de acuerdo con la BBC, 75% de las vacunas producidas hasta febrero fueron para 10 países desarrollados; pese a los reclamos de la propia Organización Mundial de la Salud (OMS).

Sin embargo, ese no ha sido el único obstáculo polémico sobre las vacunas. La propiedad intelectual también ha impedido que la fabricación y distribución aceleren sus ritmos, ya que sólo las empresas dueñas de las patentes están autorizadas a producirlas, limitando su cantidad e influyendo en sus precios.

Por un lado, es cierto que las patentes son un mecanismo para proteger las creaciones artísticas y tecnológicas e incentivar la innovación; por el otro, las condiciones apremiantes de la emergencia sanitaria exigen una mayor producción de vacunas, lo que desemboca en un dilema jurídico, sanitario, económico, creativo y ético.

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Por supuesto que ya se han conformado diferentes posturas: la OMS condenó el acaparamiento y solicitó a la ONU eliminar temporalmente la propiedad intelectual de las vacunas para acelerar su producción. Alineado a ese enfoque, Estados Unidos, uno de los países beneficiados por el acaparamiento, con uno de los esquemas de vacunación más rápidos y eficientes, apoya que otros países con las capacidades y la infraestructura también puedan producir la vacuna (México, Corea del Sur, Canadá, Brasil e India), argumentando que muchas investigaciones fueron financiadas con recursos públicos.

Contrariamente, las farmacéuticas han mostrado su inconformidad argumentando que esta propuesta podría desalentar tanto la innovación como la inversión en el sector. Además, consideraron que la razón de los retrasos en la producción no son las patentes, sino la escasez de insumos provocada por la elevada demanda en la elaboración de dosis en tiempo récord.

Otros que se muestran en contra de la apertura de la propiedad son la mayoría de los países del G20, quienes proponen que las empresas proporcionen de forma voluntaria unas licencias temporales para producir la vacuna, pero sin aprobar la exención de patentes.

Sin duda, es un problema complejo que exige ser profundamente analizado y para solucionarlo se deben tomar en cuenta las posturas de todos los actores involucrados. El objetivo debe seguir siendo poner fin a la emergencia sanitaria, que al ser tan extraordinaria podría ameritar algunas excepciones a las convenciones existentes.

Si Hamlet se hubiera escrito en 2020 y no en 1600, quizá el dilema no habría sido sobre el ser, sino el proteger (las vacunas).

Nota del editor: Ángel Huerta es analista económico de Grupo Financiero Bx+. Es economista y aprendiz de matemático. Le gustan los tacos, la música clásica, y las discusiones académicas sobre crecimiento económico y desarrollo social. Tuitea, luego existe en @aiihmonzalvo . Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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