Diversas encuestadoras, universidades y medios han lanzado la pregunta obligada: ¿Cuántos mexicanos se van a vacunar contra el COVID-19? El porcentaje varía, pero todos los sondeos alimentan la percepción de que nos encaminamos hacia un peligroso escenario en el que, lamentablemente, habrá quienes contribuirán en cuestionar la efectividad de las vacunas contra el COVID-19 y colateralmente alimentarán las campañas negras de los movimientos antivacunas.
Para evitarlo necesitamos urgentemente impulsar nuevas narrativas, pero también mirar el contexto y tener la capacidad (y responsabilidad) de informar sin sesgos. Nunca en la historia de la humanidad se había estudiado un virus como ahora, en tiempo real, lo que nos está llevando a una inmediatez informativa inconveniente; tanta información científica no acaba de ser interpretada en sus contextos.
Así, un día se advierte de efectos secundarios de las vacunas de AstraZeneca y Johnson & Johnson; y después se alimenta el miedo ante la eficacia de la vacuna de Sinovac.
No nos dejemos ir por la desinformación. El cuento debe contarse así: todas las vacunas contra el COVID-19 tienen una autorización de emergencia, por lo que siguen siendo evaluadas, pero el punto es que dichas vacunas atienden un clamor mundial que pedía algo para reducir la mortalidad y la hospitalización; entonces, todas las vacunas evitan la muerte y las consecuencias graves de la enfermedad.
Ahora bien, todo en la vida es un riesgo-beneficio y las vacunas no escapan a ello. Entendámoslo así: las vacunas se les aplican a individuos sanos y frente a eso la normatividad internacional contempla requisitos de seguridad muy altos y estrictos; sin embargo, como en todo, hay un riesgo-beneficio y eso es lo que ponderan los estudios clínicos.
De tal forma que la probabilidad de que provoquen un daño es infinitamente menor que la enfermedad que se está tratando de prevenir. Por eso, ese riesgo menor se acepta a nivel internacional.
Los medios tienen el importante papel de transmitir con claridad que la mejor opción para preservar la salud y la vida es vacunarse. Es tarea de todos ayudar a que los escépticos cambien de opinión, porque en caso contrario no llegaremos a la inmunidad de rebaño, lo que significa que el virus seguirá circulando en una fracción de la población y así puede mutar, generar variantes.