En otras palabras, las herramientas teóricas que se usaban para explicar los fenómenos económicos en 1950 ya no son suficientes para entender los de 2020.
Por lo anterior, han surgido nuevas áreas de la economía y otras se han modernizado para explicar la realidad económica e intentar seguir resolviendo el problema de la asignación; por ejemplo, la teoría de juegos, específicamente la de subastas, que consiste en el estudio de la estructura de los mercados de subasta, de sus actores, sus decisiones, y sus interacciones entre sí. El trabajo en esta área le valió a Paul Milgrom y Robert Wilson el Nobel de Economía en 2020.
Lejos de ser sólo un área más de la economía que se enseña en las universidades, la teoría de subastas tiene diferentes aplicaciones que generan beneficios tangibles a los consumidores.
Al pensar en una subasta nos viene a la mente la puja de una obra de arte que se termina vendiendo al mejor postor, entre varias personas que la desean. Aunque, naturalmente, hay diferencias importantes con las aplicaciones de la teoría de subastas, en esencia esa es la dinámica.
En esta teoría, el papel del vendedor usualmente lo juega el Estado, que -en vez de una obra de arte-, oferta licencias para la explotación de recursos naturales (como el espectro radioeléctrico o un campo petrolífero) o para la prestación de servicios, o incluso una fracción adicional o preferente de algún mercado, y, por último, los competidores son las empresas que buscan ganar la subasta ofreciendo un mayor precio por lo que se está ofertando, u ofreciendo proveer a los consumidores a un menor costo.
Existen dos aspectos sobre la información que disponen los competidores, que diferencian a las subastas de otros formatos de licitación:
a) cada uno de los oferentes conoce cuánto valoran ellos mismos el bien que intentan adquirir, pero no saben cuánto lo valoran los otros participantes, y
b) ninguno conoce el valor real del bien que se está ofertando. Estas condiciones de información limitada y asimétrica influyen en el comportamiento de los participantes, la cual podría revelar su postura respecto al bien ofertado, y eso podría ser aprovechado por el resto.
Por lo tanto, existen dos factores que determinarán la puja de cada participante durante la subasta: por un lado, el valor que ellos mismos le dan al bien, y el valor que creen que otros participantes le dan al bien, valor que, naturalmente desconocen.