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El poder de la palabra de cada miembro del equipo

El reto en el crecimiento de toda organización radica en lograr que la gente se exprese, que lo haga con honestidad, sin pensar que se le percibirá como alguien agresivo, opina Francisco Briseño.
lun 14 junio 2021 06:14 AM

(Expansión) - Imagínese que está en una reunión muy importante con su director: antes de concluir, los miembros del equipo dicen estar de acuerdo con los temas que se abordaron y los acuerdos a los que se llegó. Aun así, algunos colaboradores abandonan la sala con la sensación de que algo anda mal y que debieron haber manifestado sus inquietudes. ¿Te suena familiar?

La realidad es que no lo hicieron, simplemente, por el temor a expresarlo, porque piensan que su opinión no es válida o porque creen que no le importa a nadie. Es una situación que se repite en prácticamente todos los entornos de trabajo.

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Existe un problema, todos lo ven, pero nadie lo menciona; es el elefante en la sala. Este silencio se reconoce como una empatía desastrosa por temor a herir los sentimientos de alguien más, o como una falta de sinceridad manipuladora derivada del deseo de encajar siempre en el grupo. En ambos casos, el trabajo de un equipo puede ser el más afectado al final del día.

El principal reto en el crecimiento de toda organización radica en lograr que la gente se exprese, que lo haga con honestidad, sin pensar que al hacerlo se le percibirá como alguien agresivo y que desea poner en evidencia a alguien más. Cuando la gente entabla un debate honesto utilizando un tono de respeto, los esfuerzos para resolver los problemas del equipo pueden comenzar a ser más creativos.

Para incitar este intercambio de ideas, es fundamental identificar los tipos de personalidades que forman parte de los equipos de trabajo.

Están quienes son muy extrovertidos y siempre piensan y formulan sus opiniones mientras hablan, y se muestran entusiastas y emocionados con lo que dicen. No obstante, pocas veces notan que hay un elefante deambulando alrededor; y si lo hacen, prefieren ignorarlo y seguir en lo suyo.

Hay quienes son buenos escuchas y observadores, cualidades que les permitirían ser los primeros en notar al elefante, pero no dirán nada al respecto porque tal vez no quieren interrumpir al extrovertido. Tampoco están seguros de cómo se siente el resto del grupo respecto a la presencia del elefante, así que permanecen en silencio, pero prestan atención a sus movimientos en lugar de enfocarse en la discusión.

Existen también quienes buscan entender tanto como sea posible antes de dar un paso y actuar. Son atentos al detalle, pero introvertidos. Evidentemente, ellos también ven al paquidermo, pero no están del todo seguros que alguien más lo vea. Sobre todo, cuando nadie dice nada. Por tanto, probablemente no lo van a mencionar, pero se van a distraer pensando obsesivamente en cuánto puede crecer, y el potencial que tiene de convertirse en una carga significativa.

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Finalmente, están quienes siempre se ponen manos a la obra, son prácticos y no tienen empacho en decir lo que piensan. Se dan cuenta de las dimensiones que está alcanzando el elefante en el momento en que su progreso es interrumpido, y les es más sencillo externar su preocupación y cuestionar por qué diantres hay un paquidermo en medio de la mesa. Aunque a veces, cuando dan la voz de alarma, puede ser tarde y el problema ha crecido tanto que es imposible sacarlo por la puerta de la sala.

Lo anterior ilustra de forma simple cómo y por qué la gente se queda callada, incluso cuando el silencio podría dar paso a retos significativos.

Lograr que los integrantes de los equipos se expresen y señalen al elefante, al que alimentan los problemas y conflictos, requiere estímulos y acciones coordinados, entre las que se incluye un mayor compromiso, crear mayor confianza al conocerse de manera más personal y cercana, así como permitir que cada uno aporte sus fortalezas y reconocerlos por sus contribuciones de formas que tengan más sentido para ellos.

Por su parte, los líderes empresariales pueden poner el ejemplo y el tono, señalando los problemas que ven de una forma respetuosa y atenta. Y, por supuesto, pedirle a la gente que les informen a ellos o al equipo cuándo sospechan que pudiera haber un elefante en la sala, de forma que sea posible tomar las acciones pertinentes para resolver el problema de inmediato.

Evidentemente, es fundamental generar la confianza suficiente entre las diferentes personalidades de los colaboradores, introvertidos, extrovertidos, enfocados, atentos al detalle, a fin de que expresen sus inquietudes e ideas oportunamente y que no solamente ayuden a identificar los problemas, sino también resolverlos, impulsar el progreso de la organización e incluso favorecer la innovación al escuchar aquellas voces que podrían pasar desapercibidas.

Nota del editor: Francisco Briseño es Socio Líder de Human Capital en Consultoría, Deloitte México. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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