A veces se puede tener el diagnósitico adecuado, pero si los problemas de pobreza y desigualdad en el mundo los quieren resolver atacando a las empresas pienso que están equivocados. Estos teóricos de papel olvidan que durante décadas se ha dado una gran cantidad de recursos en programas “sociales” a países pobres en África y América Latina, particularmente en México, Chiapas y Oaxaca, pero la pobreza hasta aumentó.
Curiosamente, este grupo de políticos y académicos radicales no pone como ejemplo que en México hay estados donde se ha avanzado notablemente gracias a la inversión privada como Nuevo León, Jalisco, Querétaro y Guanajuato.
Este discurso contra las empresas lo ha cultivado muy bien el presidente López Obrador y provoca una importante incertidumbre para invertir en un país donde la iniciativa privada representa el 16% del PIB y la pública solo el 2%.
Es importante reflexionar sobre el daño que hacen los considerados como antisistema. Es indudable que el nuevo fenómeno de la antipolítica está a la ofensiva con inusitado vigor tanto en las democracias establecidas de Europa y Norteamérica como en las de América Latina.
Estamos frente a una tendencia sin precedentes desde que a principios de la década de los 80 se detectara una "brecha de confianza" entre la ciudadanía y sus representantes elegidos, que se ha ido expandiendo hasta convertirse en desilusión y desencanto con las estructuras de la democracia representativa y los actores tradicionales de la política (los partidos), y finalmente desembocar en la antipolítica
El descenso de la confianza en las instituciones democráticas, paralelamente a una caída de la visión positiva de las privatizaciones y de la confianza en el mercado puede dar pie al nacimiento del regreso del populismo. Ejemplos hemos tenido con Hugo Chávez, Fujimori o Menem, fruto de este clima y del desfondamiento de los partidos tradicionales. Pero la aparición de liderazgos populistas no exige necesariamente un colapso previo del sistema de partidos.