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El motor del comercio de América del Norte

Pese a los retos, el T-MEC debe percibirse como una herramienta y no un obstáculo. Capitalizar las facilidades arancelarias y las oportunidades comerciales es más viable que desaprovechar el acuerdo.
mié 28 julio 2021 06:13 PM

La secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, realizó una visita a Washington para reunirse con la representante comercial de Estados Unidos, Katherine Tai, y con la ministra de Comercio de Canadá, Mary Ng. El encuentro se llevó a cabo para revisar aspectos en torno al T-MEC, con un énfasis particular en la industria automotriz, motor del comercio bilateral y regional. En caso de maximizar el potencial de este sector, México y su vecino del norte pueden generar muchos más empleos, detonar el crecimiento económico y profundizar la relación comercial. En caso contrario, de violarse las cláusulas o no apegarse a los acuerdos, el impacto puede ser devastador para México.

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) de 1994 dio pie a que la industria automotriz ganara cada vez más territorio y aplomo en el comercio exterior mexicano. La fabricación de automóviles en México está exenta de aranceles para exportar hacia Estados Unidos o Canadá. Fue así como, a lo largo de dos décadas, esta industria se posicionó como un componente sustancial de nuestra economía.

Los vehículos representan más del 30% de las exportaciones manufactureras y aportan el 3.4% del PIB nacional. México ocupa el séptimo lugar de la producción y el cuarto lugar en la exportación de vehículos en el mundo (según datos de la AMIA). No obstante, la crisis derivada de la pandemia frenó la actividad económica, redujo la demanda y golpeó la producción de vehículos. Encima, la industria tuvo que adaptarse a un nuevo entorno con la entrada en vigor del T-MEC, lo cual implica retos en los plazos corto y mediano.

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Las reglas y cláusulas del nuevo acuerdo de libre comercio afectaron la producción nacional de vehículos. En primer lugar, el incremento en el Valor de Contenido Regional. Antes, el TLCAN solicitaba que 62.5% de la fabricación de vehículos se lleve a cabo en América del Norte. El nuevo tratado elevó este requisito a 66% con un incremento anual hasta llegar a 75%. En segundo, el requisito de que el 70% del acero y aluminio con el que se fabriquen los autos sea oriundo de la región. En tercer lugar, el criterio del Valor de Contenido Laboral exige que, al menos 40% (30% para vehículos ligeros y 45% para unidades pesadas) del valor del automóvil debe elaborarse en plantas manufactureras que ofrezcan un salario mínimo de 16 dólares la hora. Este último es el mayor desafío, pues los salarios del mercado laboral mexicano no son tan competitivos.

El encuentro en Washington se produjo ante un desacuerdo entre las tres partes en cuanto a las reglas de origen.

Estados Unidos insiste en establecer una forma más estricta para el recuento del origen de ciertas partes fundamentales, como los motores. Esto dificulta que Canadá y México cumplan con los nuevos umbrales de contenido regional establecidos por el T-MEC. El gobierno de México percibe el requisito del gobierno de Biden como algo que no se había previsto en las negociaciones con el equipo de Trump. No se descarta la posibilidad de elevarlo a un panel de disputa. Lo más importante es defender los intereses económicos del país, sin poner en riesgo la continuidad y la integridad del acuerdo comercial. No cumplir con las reglas puede interrumpir la operación de la industria automotriz en la región y resultaría en cargas innecesarias para la industria automotriz y en pérdida de competitividad.

A pesar de los retos, el T-MEC debe percibirse como una herramienta y no como un obstáculo. Capitalizar las facilidades arancelarias y las oportunidades comerciales es más viable que la alternativa de desaprovechar el acuerdo. Hay que explorar nuevas facetas y vertientes. Por ejemplo, incrementar la participación en otros eslabones de la cadena de valor que, a su vez, podría atraer capital de otras regiones. Aumentar el contenido regional puede también generar oportunidades para la industria nacional. Esta nueva fase también invita a que los sectores público y privado trabajen de manera más estrecha que antes, a fin de generar los paliativos en la recuperación económica y los incentivos para fomentar las inversiones.

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Las empresas automotrices dependen de la labor diplomática y las negociaciones que conduzca el gobierno. La convergencia de los sectores redituará en beneficios para el país. La ruta es complicada, la neblina que produce este desacuerdo no permite vislumbrar el camino por delante. Sin embargo, la colaboración entre sectores es fundamental para ayudar al conductor en la navegación y guiar al vehículo con la precaución necesaria para llegar a la meta anhelada por los pasajeros. Es preferible tomar más tiempo y llegar a salvo que padecer un percance que pudo haberse evitado.

Nota del editor: Antonio Michel estudió Relaciones Internacionales en el ITAM, donde es profesor, y tiene una Maestría en Administración Pública por la Universidad de Maxwell. Trabajó casi 7 años en la Administración Pública Federal, en las secretarías de Relaciones Exteriores, Desarrollo Social, Energía y Gobernación. Su pasión son los asuntos internacionales, los asuntos políticos y la administración pública. Síguelo en Twitter y en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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