La lista de ejemplos de cómo las compañías han agregado capas de procesos –ya sea por cuestiones de seguridad o por cumplimiento de normas internas de control– se puede hacer tan larga como queramos, lo que desemboca en el desgaste del cliente debido a tanta burocracia.
Las empresas, montadas en la digitalización acelerada de servicios, han hecho que algunos de estos procesos sean atendidos por un chatbot o por alguna implementación tecnológica. Pero lo que es importante no perder de vista es que el proceso sigue ahí. Lo único que han hecho estas soluciones ha sido agregar una capa de novedad, creando la ilusión de que así se va a resolver el problema.
Sin embargo, ¿dónde está la ventaja si solo se propone hacer lo mismo, pero más rápido o sin personal?
La inversión en tecnología será más productiva si se realiza a partir de una reflexión centrada en el problema que enfrenta el usuario y se busca que esta tenga una consecuencia en el proceso. ¿Cómo darle más tiempo al usuario para que haga más transacciones, para que explore más opciones o pueda conocer mejor un servicio, lo use y recomiende?
La simplificación es la mejor estrategia. Sin embargo, implementarla puede poner de cabeza tanto a la cultura de las empresas como a la forma en la que las personas la gestionan.
Para que esto no se convierta en un riesgo con consecuencia en pérdidas, vale la pena entender esta simplificación desde tres posiciones:
1. Lo que el proceso significa para el dueño y para el cliente. En muchos casos, el proceso existe porque está vinculado a una regla y esta ya se convirtió en costumbre. Por ello es necesario hacer una revisión de ambas partes, tanto de qué es esencial en cuanto a controles de la empresa como de cuáles son las necesidades de los clientes que hay que cubrir. De esta manera se podrán definir las acciones a realizar.
2. Centrarse en lo que genera valor para el cliente. Es muy importante cuestionar qué es relevante para cada quién, ¿por qué? Para, a partir de ello, definir la forma de simplificación. ¿Cómo facilitar que el proceso sirva al cliente?, ¿cómo serle útil, realmente útil?, ¿cómo ser coherentes?, ¿cómo crear una experiencia a partir de su necesidad?
3. Priorizar la simplicidad. Ante una complicación interna como es la necesidad de tener procesos obligatorios para el cliente, es importante que las empresas prioricen la simplicidad externa ante la cara del usuario. Si las empresas se enfocan en hacer que sus experiencias sean satisfactorias, es muy probable que el usuario entienda e incluso agradezca el rigor del proceso.