En otras palabras, el Gigante Asiático tiene sin compradores casi el doble de hogares que hay en México. Si bien en nuestro país somos alrededor de 130 millones de habitantes frente a 1,400 millones de ciudadanos chinos, la realidad es que aun con ese nivel de población, no existe un segmento con el ingreso suficiente para poder comprar esos inmuebles. No existe el suficiente número de personas pertenecientes a las clases medias y altas que puedan absorber ese inventario de vivienda. Ese sin duda es un problema de dimensiones descomunales.
La lección que nos queda es que el desarrollo inmobiliario es un ecosistema que debe mantener un balance muy preciso entre la oferta y la demanda, entre lo que los desarrolladores deciden construir y lo que el mercado requiere, pues lo último que queremos en México es que cuando nuevamente haya condiciones para que la inversión nacional y extranjera se detone, se genere un desarrollo inmobiliario irresponsable que, con tal de generar empleo y movimiento económico, construya a diestra y siniestra sin las medidas de control adecuadas.
El día que se den nuevamente las condiciones de inversión derivadas de la confianza en las políticas públicas del país, debemos tener cuidado de no caer en la tentación de construir por construir, como ya sucedió en los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón.
¿Cuáles serían las banderas rojas en este panorama y que nos dejan para la posteridad el caso Evergrande y las otras grandes desarrolladoras de vivienda?