Como antítesis de lo anterior, el explosivo desarrollo de los sistemas descentralizados como rama de la informática, aparentemente ha dado una nueva representación al dinero en forma de criptomonedas. Sin embargo, éstas no cumplen con las propiedades del dinero fiduciario en tanto no existe la forma Mercancía-Criptomonedas-Mercancía. Lo que existe es la forma Criptomonedas-Dinero Fiduciario-Mercancía.
Es decir, las criptomonedas solo aparentan funcionar como medio de pago, toda vez que no se pueden comparar con el resto de las mercancías sin antes tasarse con dinero fiduciario como el dólar, tampoco son patrón de precios, ni depósito de valor a juzgar por su volatilidad.
Entonces, ¿estamos ante una nueva forma de dinero o ante una revolución tecnológica sin precedente? Para el mítico personaje ficticio Satoshi Nakamoto, creador del protocolo Bitcoin, las monedas electrónicas son una cadena de firmas digitales que permiten que los pagos en línea puedan enviarse de una persona a otra, sin que intervenga un tercero que las valide (un banco comercial, por ejemplo). Este es el hecho revolucionario de nuestros días, que Nakamoto hizo posible resolviendo un viejo problema entre la comunidad científica conocido como el doble gasto.
Dos importantes avances tecnológicos están detrás de este logro: El primero es el desarrollo de las redes usuario a usuario (peer to peer o P2P) que se inició en la década de 1960 como antecedente de Internet. El segundo es el surgimiento de Internet como infraestructura a través de la cual se prestan servicios.
Sobre estos avances, Nakamoto desarrolló el protocolo Bitcoin que opera en una red P2P —cabe señalar que la ‘unidad de cuenta’ de esta red se llama bitcoin, con minúscula— en donde los participantes descargan un programa que les permite validar transacciones a través de un libro contable distribuido llamado blockchain o cadena de bloques.
Un bloque está constituido por un determinado número de transacciones que son 'empaquetadas’ mediante pruebas de trabajo que consisten en convertir la información de las transacciones en una nueva serie de caracteres de longitud fija a través de complejos procesos matemáticos conocidos como funciones criptográficas hash.
El hash dado por bueno por la red es el que enlaza un bloque con el siguiente, construyendo así la cadena. Quien encuentra primero la solución de la función criptográfica ha ‘minado’ un bloque y recibe una recompensa en bitcoins. Los incentivos de la plataforma están construidos para encontrar la solución y no para atacar a la red.