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Cómo aprendí a dejar la angustia y amar el boom

Los cuellos de botella -y la presión en los costos- se empiezan a presentar ya no sólo en las cadenas de suministro, sino en el proceso de manufactura mismo, opina Jorge Arturo Martínez González.
lun 20 diciembre 2021 05:00 AM
Baja
Las tasas seguirán ultrabajas por un tiempo y la inflación actúa como rescate a las compañías sin utilidades, porque piden prestado por debajo de lo que pueden subir sus precios, considera Jorge Arturo Martínez González.

(Expansión) - Estando la pandemia en su ocaso, el crecimiento parece estar regresando a la normalidad y, en muchos sentidos, hay hoy un boom económico y de mercados financieros. En México y en otros países de América Latina, la diáspora de trabajadores ha sido un gran canal conductor del gasto de gobierno en Estados Unidos, por la vía de las remesas -que son tan altas como no lo habían sido desde hace 26 años-, hacia el consumo de los nacionales acá.

La riqueza neta de los estadounidenses se ha incrementado en más de 30 trillones de dólares (tdd) en los últimos 20 meses y los ahorros han aumentado en 3.2 tdd, los cales están siendo gastados en consumo, en bienes importados de México y el mundo, en bienes inmobiliarios y en las Bolsas de Valores -razón por demás causante de los aumentos en los precios de todos los activos, incluso hasta tocar el terreno de burbuja-.

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Estos mercados han dado retornos como pocas veces se ha visto (el mercado estadounidense, ha dado 116% en dólares incluidos los dividendos; el Nasdaq, 134%; el mexicano y el europeo, 82% cada uno; y los bienes raíces, 100%). Los ingresos por impuestos han subido un 20% en Estados Unidos, pues el ciudadano promedio gana mucho más. El fabricante de maquinaria agrícola John Deere, por ejemplo, acaba de dar un bono de 7 meses a sus empleados, evento que se ha visto muy pocas veces.

Las tasas seguirán ultrabajas por un tiempo y la inflación actúa como rescate a las compañías sin utilidades, porque piden prestado por debajo de lo que pueden subir sus precios. Las empresas que sí tienen utilidades las han visto crecer un 62% el último año.

¿Cuál es entonces el problema? ¿Y por qué se siente todo tan frágil? En primer lugar, hay desconfianza en las políticas tan pródigas de los gobiernos. Luego, está la duda de si los mercados podrán seguir el ritmo cuando llegue el tiempo de mesurarlas (y éste se acerca), tanto en lo monetario como en lo fiscal.

En segundo, la inflación es un fenómeno muy complejo de domar y cada día se añaden indicadores nuevos (en México, un 7% no se veía desde hace 20 años, en Estados Unidos los sueldos blue collar han subido por encima del 5%) que conducen a un problema para los próximos años, pues la evidencia es vasta en cuanto al efecto que la inflación tiene en el crecimiento económico por sí misma y claro, el hecho que la autoridad monetaria para domarla aumente las tasas de interés y, con ello, se incremente el costo de fondeo para todo los sectores de la economía.

Los cuellos de botella -y la presión en los costos- se empiezan a presentar ya no sólo en las cadenas de suministro, sino en el proceso de manufactura mismo, en la llegada al último consumidor y en las fases primarias de producción como los alimentos, los materiales de construcción y otras fuentes básicas de oferta de bienes industriales.

En tercer lugar, la exuberancia que viene con la euforia de los mercados, va pintando una historia que hemos visto ya muchas veces -y sabemos cómo acaba-: múltiplos exagerados, OPIs (ofertas públicas de venta) sin utilidades o siquiera ventas, sectores sobrevendidos (como el caso Evergrande en China) y un predominio del rumor para invertir, en sustitución de la información veraz.

Mediciones recientes muestran que quienes más han entrado a los mercados son jóvenes de menos de 25 años y de presupuesto muy bajo, lo que hace al mercado un crisol de altas volatilidad u repentinos ajustes en potencia.

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Por último, China misma es un foco de múltiples preocupaciones, no solo por el caso de Evergrande -aunque hay al menos otros doce jugadores en su misma situación en el mercado inmobiliario del país- que, hasta cierto punto, ha sido respaldado por un Gobierno protector (y castigador a la vez), sino por una política económica y diplomática que se va enrareciendo más y más con el tiempo.

Su ciclo económico está entrando en etapas de desaceleración, si no es que en lo recesivo y sus mercados se cierran al exterior, por el celo de las tecnologías y del régimen mismo, que se va vistiendo también cada día más del Maoísmo.

Añadir a esto la cola de la pandemia, el aumento en los ciberataques de toda índole, el clima extremo, las políticas que minan la confianza por parte de los gobiernos de izquierda o los populistas en general y el nacionalismo que impera en los países que antes eran abiertos y tenemos un cántaro de barro con muchos cracks.

Todas estas cosas han sido, en crisis anteriores, elementos de la antesala de un ajuste repentino o la última etapa del boom, pero la combinación es tan heterogénea que al menos podemos estar seguros que no es la estanflación de los 70’s o la gran fiesta de los 90’s, sino algo muy peculiar a caballo entre esas dos eras.

Nota del editor: Jorge Arturo Martínez González, CFA. Síguelo en LinkedIn . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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