En un primer tono, el país destaca por su impresionante industria, un espectáculo magnánimo en cualquier aspecto, con capacidades aparentemente ilimitadas para la innovación y la corpulencia. En un segundo tono, el país destaca como ningún otro por su pobre ética en los negocios y en el trato a las personas, su desmedida conquista de sus objetivos e intereses industriales a costa de lo que sea y, por su extravagante cultura que derrama efectos nocivos a terceras partes sin agobio alguno.
No obstante todo lo anterior, no debemos perder de vista a dónde se dirige esta nación, ni lo que está dispuesta a trasformar para lograrlo: la China de Xi Jinping va enfilada hacia el sueño multicolor del líder máximo -que pronto se convertirá en presidente de por vida- en el que se establece un modelo económico mixto, basado por un lado en el Marxismo-Leninismo con gruesos trazos de ideología social comunista.
Por otro lado, la apertura al mercado -tanto al interior como el externo-, con un capitalismo no protagónico (no es aceptable desafiar a la autoridad como lo hizo Jack Ma de Alibaba, pues serás fuertemente disciplinado, pero si eres un billonario recatado, el Partido estará contigo), no dependiente de sus socios comerciales, en total control del vaivén de flujos y de tecnologías, pero sin amenazar los mecanismos fundamentales del intercambio de bienes y servicios, si tus márgenes de ganancia incluyen un tajo para el estado.
Con esto como telón de fondo, debemos ponderar la inversión en China tomando en cuenta todas las oportunidades y también los riesgos, así como debe hacerse con cualquier meta de inversión a medio y largo plazo, considerando todas las aristas y sus extensiones, para asegurarnos que los escenarios negativos no se lleven de encuentro a las ganancias esperadas y quedemos al final en bancarrota con nuestra decisión.
Xi Jinping celebra el avance "irreversible" de China en centenario del Partido Comunista
En retornos históricos, en dólares para hacer más fácil la comparación, China es una “buena inversión” (entre 5 y 8% anual), mas nunca una inversión espectacular -como lo han sido Perú, Dinamarca y el propio Estados Unidos-. Hay periodos en los que queda en 6º o 7º lugar contra éstas antes mencionadas y muy seguido por debajo de Japón, Taiwán, Tailandia, Corea, Australia o Hong Kong.
En otras mediciones anteriores -o cruzando- a su incorporación al órgano de comercio mundial (el WTO con siglas en inglés) en 2002, China queda como un país promedio -esto es, tomando el índice Shenzhen 300- o incluso, por debajo del promedio, debido sobre todo a su alta volatilidad e inconsistencia en retornos.
En años recientes, hubo gran algarabía en los mercados en torno a sus empresas tecnológicas y multinacionales como Tencent y Alibaba. Sin duda esas emisoras como muchas otras ofrecieron por una ventana de tiempo una mirada brillante hacia el futuro de China y su presencia en el desarrollo de los mercados mundiales. El crash de este verano, no obstante, nos presenta una sombría y más patente realidad: China es inconsistente en sus resultados, en su política económica y su liderazgo es impredecible.