Pues bien, una de las cualidades más importantes en un jefe o directivo es la capacidad de delegar tareas entre los colaboradores, con el propósito de cumplir objetivos específicos. Por supuesto, quienes ocupan posiciones de toma de decisiones reconocen que no se trata de una labor sencilla, pues delegar implica sensibilidad, inteligencia, y retroalimentación.
Encomendar proyectos o acciones concretas, precisa que el líder conozca ampliamente al equipo de trabajo, ya que cada tarea cuenta con características particulares. Por tanto, revisar el perfil profesional y las aptitudes individuales del personal, resulta imprescindible para definir qué colaborador es el adecuado para asumir la responsabilidad del encargo.
Como ejemplos: al cerrar un trato de trascendencia para la organización, ¿quién es el negociador más experimentado del departamento? Si el reto constituye lidiar con un cliente potencial difícil, ¿quién dispone de la mayor empatía?
Claramente, todas las personas podemos desarrollar habilidades en el tiempo. Identificar los talentos y fortalezas de los miembros del equipo de trabajo no exime de invertir en capacitación para que el personal aspire a mejorar en distintos ámbitos.
Sin embargo, ubicar las aptitudes puntuales da oportunidad de promover la especialización de los colaboradores en rubros relevantes, de modo que estos puedan complementarse entre sí, generando una sinergia de productividad y superación.
Una de las peores prácticas en las que incurren algunas empresas es la de “delegar hacia arriba”. Hablamos de aquellas organizaciones en las que la toma de decisiones se halla sumamente centralizada y, en el afán por mantener un control férreo de las operaciones, se inhabilita a los colaboradores en cuanto a criterio y creatividad se refiere.
En estas organizaciones, cada propuesta profesional o acción de trabajo es revisada por un superior, quien a su vez debe pedir visto bueno a otro superior jerárquico, y así sucesivamente. Por lo general, ocurre que la mayor parte de las iniciativas se ve frenada en el camino ascendente, o bien, se modifica a tal grado que pierde sustancia.
“Delegar hacia arriba” suele entorpecer el funcionamiento de la corporación, además de aniquilar la cultura de la confianza, y remplazarla por una cultura del miedo, donde los colaboradores se reducen a meros ejecutores de instrucciones por parte de la dirección.
Desde luego, delegar tareas y funciones implica que el líder lleve a cabo una labor de supervisión y seguimiento. En este sentido, la comunicación efectiva desempeña un papel fundamental. La capacidad de expresar con claridad cuáles son los objetivos y las líneas de acción es crucial para que la encomienda se cumpla satisfactoriamente.