Ahora bien, muy temprano aprendemos que el placer, el éxito, y la felicidad no son aspectos que se den por sentados, sino que exigen de esfuerzo por parte de quienes los persiguen. Aquello que vale la pena, por lo general, precisa de tiempo y sacrificio para ser alcanzado.
Es entonces que toma relevancia el concepto del mérito, que se relaciona con el merecimiento de quien obtiene un determinado bien o disfruta de una condición favorable. La meritocracia tiene cabida en las sociedades donde se privilegian las libertades y se establece la igualdad en derechos, al menos sobre el papel.
Bajo el supuesto meritocrático, los sujetos que aprovechen sus talentos y habilidades destacarán en diferentes actividades de desempeño, siempre y cuando, trabajen lo suficientemente duro para ello.
Por supuesto, considero que la cultura del esfuerzo es uno de los pilares sobre los cuales debemos construir un paradigma de principios y valores.
Es sano que los niños cuenten con sueños por cumplir; es razonable que la juventud anhele mejores prospectivas de futuro; los trabajadores tienen todo el derecho a pensar en ascensos e incrementos salariales; y las personas mayores merecen una vida productiva y feliz.
Sin aspiraciones, la humanidad jamás hubiese evolucionado. Los avances científicos y tecnológicos nos son posibles donde no hay interés por explorar para comprender el universo y descubrir cosas nuevas; sin ganas de trascender, las grandes empresas que hemos realizado como especie no hubieran sido factibles.
¿Constituir sistemas de gobierno democráticos, viajar a la Luna, crear una vacuna para combatir el COVID-19? La voluntad por hacer, aunada al talento y la colaboración permitieron estas proezas tan importantes para los seres humanos. Ahí está el mérito en su máxima expresión.
Trabajar para conseguir nuestras metas es sumamente gratificante. El talento es insuficiente cuando no va acompañado de compromiso, visión y mucha paciencia. Si el recorrido de los mil kilómetros comienza por el primer paso, el mérito consiste en aprender de los obstáculos presentes en el camino y no desistir en el propósito de seguir avanzando.