Y es que en México los sueldos de los empleos informales están, en promedio, muy deprimidos. Veamos: el salario promedio de un trabajador con empleo informal es 47% menor que el de un trabajador con un puesto de trabajo formal. En ese sentido, estos aumentos al salario mínimo son una medida en el sentido correcto, pero puestos en perspectiva sólo benefician al 11% de la población que trabaja y apenas deja a esos trabajadores con un poder adquisitivo similar al que tenían quienes ganaban un salario mínimo ¡en 1985!
La prohibición de subcontratar a personal no especializado, conocida como la reforma del outsourcing, dejó a casi tres millones de trabajadores en un limbo laboral en que ha sido difícil y lento recolocarse, y quienes lo han podido hacer posiblemente lo hicieron en empleos informales. Pero es una reforma en el sentido correcto pues en el largo plazo dejará de crecer esta oferta laboral de subcontratación no especializada que había estado incrementando su crecimiento acelerado desde 2006.
La subcontratación no especializada provocaba un incremento en empleos mal pagados, sin prestaciones o con prestaciones limitadas y con muchas limitaciones para el desarrollo personal y profesional de los trabajadores. Y pues ahora no es cosa menor reinsertar al personal que no pudo ser absorbido por las grandes empresas al mercado laboral formal.
Para ello necesitaríamos estímulos del gobierno, del SAT y del IMSS, para crear más micro, pequeñas y medianas empresas formales, que pudieran obtener créditos fiscales o prerrogativas en el pago de cuotas a cambio de capacitar y contratar a quien fuera personal subcontratado. De sobra sabemos que en México no hemos visto una política suficientemente ágil para promover más empresas formales, ni rescatar al 1.6 millones de negocios que desde 2019 ha cerrado.
Una alianza entre empresas, gobierno y escuelas técnicas sería una de las mejores ideas en este momento para las personas que, ya sea por la reforma de outsourcing o por la evolución del mercado laboral pospandemia, pudieran reinsertarse en empleos de calidad.
Finalmente, la minuta aprobada en noviembre de 2020 para darle respaldo legal a un sistema nacional de cuidados fue un primer paso, aún inconcluso, para la creación de un mecanismo que le permitiría a más mujeres salir a trabajar, buscar trabajo o emplear a quienes están dispuestas a hacerlo.
En México, las mujeres trabajan en promedio 43 horas a la semana en labores de cuidados y tareas domésticas no remuneradas, mientras que los hombres lo hacen durante sólo 19 horas. Es más del doble el número de horas que las mujeres dedican a la crianza y la labor doméstica que los hombres y muchas de ellas no tienen una red de apoyo que les permitiera dejar a cargo de un tercero a su hija o hijo.