En los últimos 20 años el crecimiento potencial de la economía se situó alrededor de 2%. Sin embargo, con la caída de la inversión privada y la crisis del COVID-19, hoy en día el crecimiento potencial de mediano plazo se redujo alrededor de 1.5% anual, según mi modelo de suavizamiento simple.
Algunos dicen que la caída de la inversión es por un deterioro de expectativas o sentimientos. Sin embargo, el fenómeno es estructural y se explica con datos duros. La baja formación de capital está relacionada con un apretamiento de los márgenes para invertir, en un entorno donde la mayoría de las empresas del país son pymes.
Según constatan los censos económicos del Inegi, la inversión promedio por empresa registró 7.3 millones de pesos en el año 2008 y 7.6 millones de pesos en 2013. Posteriormente, cayó hasta 6.4 millones de pesos en 2018, y continuó su declive hasta el presente. Todos los datos en términos reales.
Cuando analizamos el dato de las pymes, que representan al 95% de las empresas de México, la inversión promedio por empresa en pesos constantes fue apenas de 4,800 pesos en 2013 y cayó hasta 3,500 pesos en 2018. Para ponerlo en contexto, este gasto no alcanza ni para comprar una computadora. Por ello, no es extraño ver que las microempresas no puedan crecer.
El sesgo fiscal está inhibiendo a la inversión privada
El sesgo fiscal es el crecimiento desmesurado de los ingresos tributarios, cuando la economía apenas crece.
En el sexenio anterior la sola recaudación tributaria (hay que sumar el endeudamiento) acumuló un crecimiento de 59.5% en valor constante en el periodo 2013-2018 (y 62% hasta 2021), según los datos oficiales. Mientras que el PIB real acumuló 14% en el mismo periodo. Sin embargo, la inversión privada sumó apenas 2% en el mismo lapso.
En otras palabras, por el lado del ingreso, el sector público creció cuatro veces más rápido que la economía en su conjunto. Por ello, el gobierno estaría desplazando al sector privado en la actividad económica, aunque con resultados mediocres.
Más aún, en el periodo 2008-2018, la producción media por empresa se mantuvo más o menos constante. Esto sugiere que, durante varios años, las empresas y los pequeños negocios han tenido que postergar, reducir o simplemente eliminar la inversión y el ahorro, privilegiando otros gastos, que incluyen el pago de impuestos.
Un Estado más grande implica menor actividad empresarial
El marco fiscal actual tampoco favorece la inversión de capital. Las deducciones a las inversiones de capital son relativamente bajas según consta en la ley del ISR.
El Inegi realizó un estudio en empresas denominado Estudio sobre la Demografía de los Negocios (EDN) 2020, en el contexto del COVID-19. Ahí puede observarse que ante una situación coyuntural como la pandemia las empresas ven aún más afectada su capacidad de supervivencia, por lo que sus grandes necesidades salen a flote. El análisis de Inegi dice lo siguiente:
“Las grandes empresas consideran que necesitan apoyos como exenciones o reducciones fiscales, el diferimiento de impuestos y los subsidios a la nómina con 60.0, 59.4 y 44.6% respectivamente. Las (empresas) medianas opinan que el diferimiento de impuestos (46.3%) y las exenciones o reducciones fiscales (38.5%) son las políticas que más las beneficiarían”.