La inflación terminó en diciembre con una tasa anual de 7.36%, la mayor tasa de los últimos 20 años y 11 meses y solo superada por la inflación de 8.11% reportada en enero de 2001. Mientras que la inflación subyacente terminó en 5.94%, la mayor tasa desde hace 20 años y 2 meses.
Desde el inicio del año, la inflación fue afectada por algunos factores externos como los altos precios de algunas materias primas e interrupciones en las cadenas de suministro global. Sin embargo, los precios internos también se vieron afectados por la prolongación de una política monetaria expansiva y su tímida reacción ante la evidencia inflacionaria.
Además de las interrupciones en algunas actividades internas que causaron escasez temporal de productos, la realineación de precios interna se aceleró ante la insuficiente producción nacional para responder a una demanda estimulada por exceso de liquidez monetaria y bajas tasas de interés.
Sin embargo, el ajuste de precios se hizo más generalizado por parte de los formadores de precios ante la tímida y poco creíble reacción de las autoridades monetarias.
La gradualidad monetaria adoptada por el banco central fue resultado del error de percepción que se tuvo con respecto a la naturaleza transitoria de la inflación. Esto también ocasionó un deterioro de la credibilidad en las medidas monetarias, lo cual derivó en el hecho de que los formadores de precios continuaran ajustando sus precios ante la insuficiencia de las acciones monetarias.
Al mismo tiempo, las expectativas del mercado y de los pronosticadores privados también apostaban por mayores tasas de inflación, una clara señal de la falta de confianza en las estimaciones oficiales.
Ciertamente, la economía enfrentó un desbalance de oferta generado por las interrupciones en algunas líneas de producción interna, combinado con restricciones en algunas importaciones. Sin embargo, el exceso de demanda interna se prolongó como resultado del exceso de liquidez monetaria generado por la prolongación de la política monetaria expansiva.