¿Cómo deberían regularse las apps?

Es importante advertir el riesgo de impulsar o aprobar regulaciones que no se originen desde la nueva realidad de los usuarios de plataformas digitales, considera Enrique Mendoza.
Es un hecho que las aplicaciones han significado una oportunidad para miles de personas de complementar o incluso sustituir su fuente de ingresos, considera Enrique Mendoza.

(Expansión) - El canal exitoso de YouTube que prácticamente se convierte en una televisora de bolsillo; el grupo de Facebook que sirve como bazar digital, donde las personas pueden desde amueblar sus hogares hasta encontrar clases particulares; la cocina fantasma que ahora tiene miles de seguidores en Instagram; las aplicaciones de transporte y delivery, que durante los peores momentos de la pandemia ayudaron a negocios y familias a mantenerse a flote.

Todos estos ejemplos tienen algo en común: sirven para que las personas como tú y como yo utilicemos las herramientas del siglo XXI para superar limitantes del siglo XX. Con la llegada de los dispositivos móviles y el 4G, no sólo cambió la manera en que nos entretenemos, compramos, comunicamos y movemos (pueden preguntar a los canales de televisión, las tiendas físicas y las compañías telefónicas), también cambió la manera en que generamos ingresos. Éste es quizá es uno de los cambios más importantes que las plataformas digitales trajeron a nuestras vidas.

Hasta hace no muchos años, la economía se caracterizaba por la presencia dominante de productores e intermediarios masivos: la gran fábrica de pantalones los vendía a la gran tienda departamental, que finalmente los llevaba al público. Y el trabajo que demandan estas empresas implica un número fijo de horas, con una remuneración establecida acorde, que no necesariamente permiten al empleado hacer un uso más eficiente de su tiempo o tener la posibilidad de generar ingresos conforme a su necesidad.

Las aplicaciones generan una disrupción sobre ese esquema, porque facilitan la relación entre personas, productoras y consumidoras. El videoblogger ofrece directamente su contenido al usuario; la cocina fantasma ofrece directamente su comida al comensal, el anfitrión su casa al huésped, el dueño del coche lleva directamente al pasajero y así sucesivamente.

Las personas tienen entonces mucha mayor flexibilidad y autonomía para decidir cuánto tiempo y recursos invertir para generar ingresos con base en su necesidad; pueden difundir sus servicios a un costo asequible y encontrar mercados afines a ellos; o consiguen generar valor a partir de los bienes que poseen y traducirlos en capital propio. Como todo cambio, la expansión de una economía digital y colaborativa no ha estado exenta de cuestionamientos, sobre todo en lo relacionado a nuevos modelos de generación de ingreso.

Es un hecho que las aplicaciones han significado una oportunidad para miles de personas de complementar o incluso sustituir su fuente de ingresos: el esquema actual, basado en la flexibilidad, se ha posicionado como un verdadero motor de bienestar para muchas personas y hogares en México y el mundo.

Sin embargo, esto no quiere decir que las plataformas digitales estén decididas a ignorar las necesidades e integridad de sus usuarios. Por el contrario, los ponen al centro para tomar decisiones que benefician a todos. Por eso resulta imprescindible ampliar el debate y escuchar a todas las voces en las discusiones sobre la dirección que está tomando la economía digital en éstos y en muchos otros ámbitos en los que la innovación pone a prueba nuestra realidad cotidiana.

En este sentido, es importante advertir el riesgo de impulsar o aprobar regulaciones que no se originen desde la nueva realidad de los usuarios de plataformas digitales y que no pongan al centro sus necesidades. Seamos claros: regular a las aplicaciones como si fuesen empresas tradicionales sería como pretender jugar dominó con las reglas del póquer.

En cambio, si las regulaciones son producto de un intercambio plural y fructífero entre autoridades, aplicaciones y usuarios, con toda seguridad hallaremos las reglas adecuadas para el nuevo juego que estamos construyendo. La meta nos parece clara: buenas regulaciones para mejores aplicaciones, mejores aplicaciones para mejores oportunidades, mejores oportunidades para un mayor bienestar. Hay que intentarlo.

Nota del editor: Enrique Mendoza es Gerente General Beat México. Síguelo en

. Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.