La misma publicación fue la primera en medir el ‘exceso de mortalidad’, la diferencia entre el volumen estándar de muertes por país y por ciudad, en un año sin pandemia versus los dos años que hemos vivido con el SARS-CoV-2. No todas las muertes son atribuibles al virus, muchas fueron por la saturación hospitalaria que impidió atender emergencias distintas al COVID.
A nivel global hasta marzo de 2022 (dos años exactos del anuncio de la pandemia por parte de la OMS), el total de fallecidos sumó 19 millones. Esto equivale a borrar del mapa a la población de Chile, por ejemplo.
Según este análisis –uno de los más serios que hubo en medio de una danza de números que cada país reportó–, México ronda entre 660,000 y 750,000 muertos, una diferencia de casi el doble versus los 320,000 oficialmente reportados en este segundo aniversario. Esto nos colocó entre los cinco países con la mayor letalidad del planeta.
Sin duda, hay un antes y un después de la pandemia en la manera de trabajar, de consumir, de estudiar, de valorar y hasta de convivir. Y eso se notó sin duda en la generación de riqueza.
En México, hasta el mes pasado no se había logrado regresar a las cifras macroeconómicas previas al anuncio del primer caso, el 28 de febrero de 2020.
Si bien es cierto que no hay que culpar de toda la caída de la economía al virus –la economía venía desacelerándose desde diciembre de 2019–, la verdad es que tampoco se aprovechó la coyuntura para pisar fuerte en el fondo de la crisis para rebotar rápido, como ocurrió en otros países.
En México, la segunda mayor economía de la región y la decimosexta del mundo, se mezcló la salud con la política, la ciencia con las campañas proselitistas y las medidas sanitarias con decisiones populistas. Como resultado, entre las 50 economías más grandes, hoy se ubica en la posición 44 en recuperación del PIB, por debajo de Sudáfrica, Vietnam y Nigeria.
En 2020 vimos una caída histórica de la economía de 8.2%, la mayor desde la Gran Depresión y aunque en 2021 se esperaba un rebote de 6%, solo fue de 4.8%. Para este año, el crecimiento consensuado por organismos privados y el gobierno es de 2.3%.
Sin duda, esta cifra tan mediocre tuvo como aditivo la ausencia de apoyos a particulares, de redes de contención financiera y fiscal para proteger a mipymes y pymes, y un gasto público ‘austericida’.