La buena noticia
México tiene una crisis de salud mental y esta reforma, al menos en el papel, busca mejorar la atención y calidad de vida de las personas que viven algún padecimiento de esta naturaleza. De acuerdo con la Secretaría de Salud , una de cada cuatro personas de 18 a 65 años presenta algún trastorno mental, lo que equivalía a 15 millones de personas en 2018.
Tras la pandemia, esta cifra podría ser mucho mayor, puesto que la tasa de adultos con depresión -solo uno de múltiples padecimientos que afectan a la mente- creció nueve veces en comparación con 2019.
Ante este panorama, aumentar la prevención y atención temprana de las enfermedades mentales es una gran noticia. Sin embargo, me pregunto ¿qué tan factible es que México pueda implementar este modelo de atención integral y humano?
La mala noticia
En los últimos años, el sector salud ha mostrado todo tipo de señales que apuntan a una profunda incapacidad para atender a los pacientes: hay desabasto de medicamentos, empiezan a regresar enfermedades casi erradicadas por falta de vacunación, los tiempos de espera son elevados y hay polémica en torno a la calidad de los servicios.
Parte de estos problemas se deben a un escaso presupuesto, que incluso ha reducido la capacidad para atender enfermedades mentales. Entre 2013 y 2021, México asignó, en promedio, solo 2.1% del presupuesto de la Secretaría de Salud para atender la salud mental.
¿De verdad esta tendencia cambiará a partir de 2023? ¿Con qué indicadores le podremos dar seguimiento para saber si la reforma ha sido exitosa?