Pero hasta los que dominan las intenciones de estos reportes explotan su capacidad analítica en un porcentaje realmente pequeño, no por falta de conocimiento o capacidad sino porque, hasta recientemente, no se habían conjuntado las condiciones para que fuera diferente.
Revisemos algunas características de la información financiera, avances tecnológicos y un poco de estadística y veamos si conjuntándolas logramos una convergencia virtuosa.
Los datos contenidos en los estados financieros son agnósticos y universales; es decir, sin importar el tamaño de la empresa, giro o región geográfica, su significado es el mismo o, en el peor de los casos, extremadamente similar (activo, pasivo, capital, depreciación, ingresos, costos, gastos, intereses, y un sinfín de etcéteras).
Tienen relatividad estadística y podemos hacer ejercicios de significación lo que nos permite utilizar procesos analíticos para comparar entidades que, a simple vista, podrían ser dramáticamente distintas.
El tratamiento que les hemos dado hasta ahora los hace monolíticos y rígidos; es decir “mis datos son mis datos y no los comparto”. Además de haber en esto un equivocado sentido de pertenencia, es menester decir que no existían las condiciones tecnológicas y de seguridad para que fuese diferente y que se encontrara conveniencia y/o utilidad en compartir la información.
Lo grave de todo esto es que el proceso analítico se convierte en un acto de percepciones: “mi relación activo circulante a pasivo circulante es de 1.2, ¿esto es malo o bueno?”, pregunta a la que deberíamos responder con un inexorable e inútil: depende.
La inteligencia artificial (AI, por sus siglas en inglés) avanza a pasos agigantados, lo que nos permite no solamente potenciar las capacidades analíticas y predictivas, sino hacer el proceso de acopio de datos francamente sencillo y sin ninguna fricción o trabajo adicional.