Aunque pueden darse bajas en las valuaciones y restricciones en el alcance del financiamiento, y desde luego hay que tomar nota, los emprendedores latinoamericanos no deberían dejar que el ruido de la coyuntura les haga perder el foco de la sinfonía que estén construyendo.
Los principales índices bursátiles en Estados Unidos han tenido caídas de dos dígitos desde inicios de año y el panorama indudablemente es de mayor costo financiero y menor liquidez. La expectativa en los mercados es que la Reserva Federal aumente las tasas de corto plazo en unos 200 puntos en el año y difícilmente quedarán fuera de los efectos de esa revisión las negociaciones de capital privado.
Según PitchBook, si los mercados aciertan en ese pronóstico, el radio de cobertura de intereses promedio para acuerdos de compra recientes caería 2.2 veces, asumiendo que el EBITDA no cambie. En adelante, tendría que bajar el apalancamiento, que ha disparado los rendimientos en los últimos años o las valoraciones.
Sin embargo, el cambio de ciclo financiero debe tener un impacto diferenciado en función de regiones, sector y etapas de desarrollo de las empresas a financiar, aparte de los números y la solidez de cada cual.
En el primer trimestre efectivamente bajó la actividad de fondeo en Estados Unidos y Asia, al igual que en Latinoamérica, donde, de hecho, llevamos tres trimestres consecutivos de desaceleración.
Según cifras de CB Insights, la inversión de venture capital en la región bajó en un 25% entre el cuarto trimestre del 2022 y el primero de este año, y en México, 59 por ciento. Sin embargo, seguimos viendo rondas de inversión con excelentes resultados y proyecciones tanto para los emprendedores como para los inversionistas. Como ha apuntado TechCrunch, el declive en la inversión global de riesgo global podría no ser una mala noticia para la región.
En Estados Unidos, los acuerdos en etapa inicial alcanzaron máximos históricos de valuaciones en el primer trimestre, lo que sugiere que las empresas en arranque podrían estar más aisladas de la turbulencia. Mientras que las acciones de nuevas compañías que ya son públicas han bajado sustantivamente, igual que el promedio de las valuaciones de fase avanzada, no hay semana en la que no veamos rondas de fondeo exitosas de startups de Brasil, México, Argentina, Colombia, Chile y otros países, incluyendo iniciativas de Estados Unidos y España concentradas en la región.
Estas señales que a primera vista parecerían contrapuestas, bien pueden develan razones poderosas para esperar que la inversión de riesgo continuará fluyendo. Más aún, que seguimos en un momento extraordinario para su expansión y una oportunidad irrepetible, tanto del lado de los inversionistas como de los emprendedores.
El auge del financiamiento no ha respondido solo, ni principalmente, a las tasas cercanas a 0% en países desarrollados, aunque, por supuesto, ha ayudado. Reside en factores de mucho más fondo que son los que importan para emprender e invertir a largo plazo.
Además, las tasas en países desarrollados siguen siendo históricamente bajas y el spread respecto a los emergentes continuará siendo amplio, y mientras que las acciones de empresas tecnológicas en Estados Unidos pueden estar sobrevaluadas y en corrección, dada la cantidad masiva de dinero que migró de los mercados de renta fija a los de capitales, muchos proyectos de América Latina tienen todavía un gran margen para crecer en valuación.
La revisión en mercados saturados o con valuaciones al tope puede hacer aún más atractivas a las startups latinoamericanas, que se presentan con argumentos poderosos, por encima de la incertidumbre financiera: mayor interés y participación de inversores y fondos extranjeros y, en contraparte, emprendedores más experimentados que construyen sobre un vasto mercado, en gran medida virgen, para sus productos y servicios.
Los inversionistas valoran una creciente demanda de servicios orientados a la clase media, la cual esperan que crezca, a pesar de los problemas políticos y económicos. El caso de las fintech es ilustrativo, porque parte de una muy baja tasa de bancarización, tanto de personas como de empresas, y ante ello, con el poder de la digitalización para remontar rápidamente y a un costo relativamente bajo un rezago histórico.
El ejemplo de México: según la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2021, recién publicada, sobre un universo de más de 90 millones de personas adultas, las que tienen algún tipo de producto financiero formal (cuenta de ahorro, crédito, seguro o Afore) no llega a 57 millones, menos de 68%.