Algo tendría que decirnos esa discordancia sobre cómo superar la imagen de eterna tierra del mañana y el panorama de otra década perdida.
Quizá ningún periodista ha escrito más de esos contrastes que Andrés Oppenheimer. Por un lado, los vaivenes de la política, con su legado de crisis y retraso económico. Por otro, los retos, las oportunidades y nuestro rezago en la economía del conocimiento y la innovación.
De eso tratan sus últimos libros y vale la pena citar los títulos completos de dos que dejan claro el dilema: “¡Basta de historias! La obsesión Latinoamericana con el pasado y las doce claves del futuro”; “¡Crear o morir! Cómo reinventarnos y progresar en la era de la innovación”.
Generalmente pesimista, ahora encuentra cierta esperanza. En su columna ha destacado que, de acuerdo con el registro de Crunchbase, sitio de referencia sobre startups, la inversión de riesgo en nuevas empresas latinoamericanas llegó a 19,500 millones de dólares en 2021, tres veces más que en 2020, más que los últimos 10 años juntos, con 27 unicornios de más de mil millones.
Es cierto, y lo mejor es que las tendencias apuntan a que esa dinámica siga, con abundante capital disponible, un buen número de preunicornios y uno mucho mayor de candidatos en el camino.
Son muchas las señales en ese sentido. Por ejemplo, en la industria de capital privado es sabido que América Latina es la división de mejor desempeño financiero de SoftBank, el conglomerado japonés que maneja el mayor fondo de capital de riesgo del mundo. Recién llamó la atención la salida de los principales directivos de esa subsidiaria para iniciar su propia firma para fondear startups de la región.
No es para menos la oportunidad, con un caso de éxito como el neobanco brasileño Nubank, que salió a Bolsa en Wall Street en diciembre con una valuación de más de 48,000 millones de dólares (hoy anda por los 30,000 millones), y otros también espectaculares.
En cuanto a México, recientemente hemos visto llegar al estatus de unicornio a Kavak, plataforma de compraventa de automóviles, a la de criptomonedas Bitso y a las fintechs Clip, Konfío y Clara. De Argentina, destacan la fintech Ualá y Tiendanube, solución para abrir tiendas en línea, y aunque con más años, MercadoLibre. De Colombia, la aplicación de entregas y súper app Rappi. De Chile, Cornershop y Betterfly, primer unicornio social de la región. De Uruguay, dLocal, sistema de pagos transfronterizos que debutó en Nasdaq en junio. Más una lista nutrida de startups brasileñas, como la herramienta de comercio electrónico Nuvemshop y la plataforma de bienes raíces Loft, que recién completaron rondas de recaudación de más de 500 millones de dólares.
Al margen de esos hitos, sorprende aún más el que varias empresas de la región hayan conseguido inyecciones de capital multimillonarias en etapas de evolución muy temprana. Según Crunchbase, en 2021 se contabilizaron 5,500 millones de dólares en 242 rondas de financiación series A y B, contra 1.6 mil millones y 136 rondas en 2020.
La fintech brasileña EBANX recaudó 430 millones y Merama, aceleradora mexicana de marcas en el comercio online, 345 millones. Todavía mejor, hubo 900 millones de dólares en inversión semilla o ángel: 400 millones más que el año previo, y con las valuaciones al alza (hasta 30 millones en una compañía recién nacida).
Quienes dicen que el fondeo global a nuevas empresas se caerá ante el escenario de tasas de interés más altas, pierden de vista que el venture capital, aunque desde luego sigue a la coyuntura en los mercados, trabaja con una perspectiva que va más allá de lo que pueda hacer la Fed en un año. Tanto proyecto por proyecto, como en los portafolios de los fondos y a nivel ecosistema.