Es la gota que derramó el vaso para las empresas que, por años, le apostaron al offshoring y outsourcing como estrategias para reducir costos, mantener participación en mercados extranjeros y adquirir ventajas competitivas.
Si bien la tendencia al nearshoring lleva creciendo desde la guerra comercial entre China y Estados Unidos, y ha sido potenciada por las emergencias sanitarias, el incremento de los costos de transportación y el retraso en las entregas por el cierre de los puertos, el nearshoring es una estrategia difícil de concretar en Europa.
En esa región, muchos países carecen de los insumos necesarios o sus costos de producción son sumamente elevados, razón por la cual ahora se apunta un reflector enorme hacia México, que podría emerger como el socio comercial que esos países estaban esperando.
La situación es bastante urgente; en 2021, Rusia y Ucrania se encontraban dentro de los líderes globales en exportación de cebada, maíz y canola, juntos exportando casi 30% del trigo en el mundo y 70% del aceite de semilla de girasol.
Esta situación provocó una pronunciación por parte del G7 en mayo de este año al señalar que el conflicto “ha generado una de las crisis de comida y energía más severas en la historia reciente, que ahora amenaza a los países más vulnerables también”.
Actualmente, caminando por los pasillos del supermercado en Hannover, Alemania, puedo darme cuenta de que faltan opciones de pan, pasta y cereales, que hay pocas alternativas de aceite comestible y que incrementó el precio de la carne debido a la escasez de alimento para el ganado.
Después de haber pasado las últimas seis semanas visitando las representaciones de México en Noruega, Bélgica, Suiza, Irlanda, Alemania, Francia y España, hoy tengo algo muy claro: nuestro país está pasando por el momento más competitivo de los últimos 30 años.