En contraste, los otros dos grandes bloques regionales consumen más energía de la que producen: Europa importa 27,325 TJ en 1990 y la cifra aumenta a 37,592 TJ en 2019. En China los números son más impresionantes: pasa de un pequeño balance superavitario en 1990 por 967 TJ a un déficit por 32,839 TJ en 2019. Estas dos regiones del planeta tienen un talón de Aquiles; para mover sus poderosas maquinarias, necesitan de la energía de otros.
El cambio en la posición de nuestra región se debe en gran medida a la revolución del shale en Estados Unidos. Aunque su impacto en la producción de petróleo de nuestro vecino del norte no se debe soslayar – pasa de 11 millones de barriles diarios (mbd) en 2008 a 20 mbd, 10 años después – es el rubro de gas natural el que me interesa destacar. Su contribución a la oferta total regional 38.8 millones de TJ ya no esta tan lejos de la correspondiente a petróleo (41.0 millones de TJ). Eso implica abundancia en el hidrocarburo clave para la transición energética.
Conviene elaborar. El empleo de fuentes de energía renovable (eólica, solar) es imperativo para atender el cambio climático, pero también para reducir dependencia energética, pues son menos comerciables que los hidrocarburos. Esto es, en un mundo en donde prevalezcan este tipo de fuentes, los desbalances energéticos aludidos deben ser menores. El problema es hasta la fecha uno de intermitencia: al no garantizar un suministro regular de energía, precisan la complementariedad de fuentes como el gas natural.
En Norteamérica tenemos así un pie bien puesto en la matriz energética del siglo XX, pero también gozamos de los recursos necesarios para hacer una transición suave hacia la matriz energética del siglo XXI. El contraste con China es particularmente agudo: su generación de energía es muy “sucia” – 3.2 veces más carbón que petróleo, por ejemplo – y un movimiento más decidido hacia la sustentabilidad aumentaría peligrosamente su dependencia energética. Si hoy Rusia le quita el sueño a Europa, mañana será quizá China quien mantenga a Rusia sin poder dormir.
¿Y México? Hemos jugado un papel marginal en el cambio de circunstancias regional y por decisión propia. Nuestras condiciones geológicas son semejantes a los de nuestros vecinos y socios. Podríamos haber contribuido más a la matriz energética que está por cambiar – nuestra producción de energía baja 23.2% entre 1990 y 2020 – pero no lo hicimos.