Así pues, se esperaría que, con el ciclo de alzas en la tasa de interés de referencia que inició desde mediados de 2021 en la mayoría de los bancos centrales y, con la que buscan enfriar la demanda, también se modere la inflación.
No obstante esto, al menos para el caso de la economía más grande del mundo, la de Estados Unidos, algunos indicadores que miden el estado de la economía aún no exhiben la debilidad e incluso la recesión que esperan los más pesimistas, al contrario, han conservado cierta resiliencia, al tiempo que la inflación sigue siendo persistentemente elevada.
Esos retrasos de las decisiones de política monetaria a la economía real no significa que los mecanismos de transmisión no funcionen, sino que a la economía le toma algo de tiempo asimilar las decisiones de los bancos centrales. Depende de las condiciones de cada economía, pero puede tomar entre tres meses para el caso de los sectores con mayor sensibilidad a las tasas (e. g. vivienda), y hasta ocho meses para el resto de los sectores, aunque siempre existe la posibilidad de que esos retrasos se extiendan por más tiempo.
Ese tiempo que transcurre entre que se hace el anuncio de política monetaria y sus primeros impactos en la economía real también pueden variar de acuerdo a la solidez de los propios mecanismos de transmisión.
Usualmente existen dos principales mecanismos o canales de transmisión los cuales (pecando de simplificación) funcionan de la siguiente manera:
El primero es el que nace con los instrumentos de política monetaria (tasa de interés, compra de activos) y se conecta con las condiciones financieras, que a su vez se enlazan con la holgura económica, que es el último paso antes de llegar a las fuentes de presión inflacionaria (sólo de aquellas sobre las que pueden influir la política monetaria; un ejemplo de las que no, serían los incrementos en la cotización internacional de los energéticos y los agropecuarios).