A pesar de registrar un mayor número de horas trabajadas y menor número de vacaciones, los índices de productividad laboral en México son de los más bajos comparados con la OCDE. Como referencia, los trabajadores en México producen 20 dólares por hora, mientras que los trabajadores promedio en los países de la OCDE generan 54 dólares por hora. Es decir, los trabajadores en México tienen que trabajar casi el triple para obtener el mismo nivel de PIB que en otros países del organismo internacional.
Además, el crecimiento de la productividad laboral en México ha sido muy limitado en los últimos años (0.67% desde 1990) y se debe principalmente al bono demográfico que está por terminarse.
Una de las soluciones para mantener el crecimiento en la cantidad de empleados que entran al mercado laboral es crear condiciones y remover las barreras para incorporar mayor número de mujeres en la vida económica; por ejemplo, al incorporar mayor flexibilidad de horas de trabajo y teletrabajo.
Actualmente, sólo 45% de las mujeres en edad de laborar forman parte de la fuerza de trabajo (el número más bajo de los países de América Latina y del promedio de la OCDE). Según un estudio del Banco Mundial elaborado en 2019, si las mujeres en México tuvieran la misma participación en el mercado laboral que los hombres, el PIB per cápita en México sería 25% mayor.
Por otro lado, el factor clave para mejorar la productividad laboral en México sería aumentar el nivel educativo. De acuerdo con un estudio del Banco de México, un incremento de 1% en la dotación de capital humano -medido a través de la población ocupada que cuenta con más de 11 años de escolaridad)- se asocia a un aumento de 12.4% en el Índice de Productividad Laboral en la industria manufacturera.
La educación, en el contexto de productividad, toma mayor relevancia si consideramos que de acuerdo con el estudio elaborado por el Centro de Investigación para el Desarrollo A.C (CIDAC), gran número de los jóvenes egresados de las instituciones de educación superior al momento de ser contratados no poseen un nivel mínimo necesario en competencias básicas como “comunicación por escrito”, “comprensión de textos” o “hablar en público”. Esto último evidencia una de las fallas del sistema educativo: se prioriza el grado de escolaridad en lugar del desarrollo de capacidades.
Tradicionalmente, en la mayoría de las economías, la inversión en la educación es vista como gasto público y por ende no necesariamente la obligación y responsabilidad del sector privado. Sin embargo, entre la creciente deuda y déficits de los países y también la alta velocidad del cambio tecnológico, es probable que las empresas aumenten sus inversiones en learning for working, como medio para atraer y retener el talento.
Un camino posible es el incremento de la inversión en capital humano a través de un espectro de habilidades, incluyendo upskilling digital, reskilling, desarrollo de soft skills, programas de entrenamiento gerencial e incluso la implementación de programas que permita a los obreros tomar clases de Educación Secundaria.